Efectos del terremoto de kobe, Japón, en 1995...
Trujillo, al igual que las ciudades de la costa y el ande norteño, experimentó la tarde de ayer uno de los más fuertes movimientos sísmicos de los últimos años.
Corrían las tres y treinta y nueve minutos cuando un sordo, avasallador y desacostumbrado remezón obligó que dejáramos de lado todo lo que nos ocupaba en ese instante.
El murmullo de la gente y el incesante ladrido de los perros irrumpieron en el silencio y, cuando nos disponíamos a dar unos pasos, un nuevo sacudón, esta vez mucho más prolongado, nos obligó a acelerar la caminata.
Afuera, los vecinos optaban por reunirse a la mitad de la calle: Salieron tal como fueron sorprendidos en la intimidad de sus hogares.
Mientras unos se abrazaban, a manera de consuelo, otros dialogaban. No faltaron lo que miraban al cielo tratando de encontrar una explicación.
Felizmente, a pesar que se sintió en casi medio Perú, no se reportaron mayores desgracias personales.
Los informes anotaron 5.7 grados en la escala de Richter, unos grados menos que el que registró nuestra ciudad hace cuarenta años que causó más de sesenta mil muertos en el Callejón de Huaylas.
El sismo de ayer fue sólo una llamada de alerta a lo que puede suceder en cualquier momento en alguna parte del país por estar ubicado en una zona de alto riesgo telúrico.
Y, en estos casos, sirve para formularnos la pregunta de rigor: ¿Estamos preparados para hacer frente a un terremoto…?
Es indudable que no. Para empezar. A minutos de ocurrido el movimiento todos los canales de televisión continuaban con sus programaciones normales. Como si nada hubiese pasado.
En Japón, luego de un sismo, la gente conecta sus aparatos y se informa de inmediato sobre el epicentro, grado, consecuencias y primeras recomendaciones, aparte de las ya aprendidas.
En los centros educativos de todo nivel se efectúan permanentes simulacros y reconocimiento de las zonas de evacuación más cercanas.
El currículo de estudios contiene un curso de Defensa Civil, que antes existía en el Perú y no se sabe por qué razones fue anulado.
Los centros comerciales venden equipos de primeros auxilios para casos de sismos con linterna, radio, pilas, carpas y todo lo que sea necesario.
También se expenden dispositivos para fijar las partes altas de los muebles de las casas e impedir que se desplomen encima de los moradores.
Sin embargo, la experiencia les ha dejado una excelente lección. Las puertas de las viviendas se abren de adentro hacia afuera y no al contrario como se acostumbra en nuestro medio.
Eso permite que las personas, al intentar salir con premura al exterior, no tengan que dar unos pasos hacia atrás, sino adelante. ¡Que simple…! ¿Verdad…?
Son sencillos detalles gestados en base a una verdadera cultura de prevención contra los sismos.
Por eso se explica que ante desgracias de gran magnitud en Japón, los daños personales y materiales sean mínimos.
Realmente tenemos aún mucho que aprender. Pero, no es tarde. Aún estamos a tiempo…
Corrían las tres y treinta y nueve minutos cuando un sordo, avasallador y desacostumbrado remezón obligó que dejáramos de lado todo lo que nos ocupaba en ese instante.
El murmullo de la gente y el incesante ladrido de los perros irrumpieron en el silencio y, cuando nos disponíamos a dar unos pasos, un nuevo sacudón, esta vez mucho más prolongado, nos obligó a acelerar la caminata.
Afuera, los vecinos optaban por reunirse a la mitad de la calle: Salieron tal como fueron sorprendidos en la intimidad de sus hogares.
Mientras unos se abrazaban, a manera de consuelo, otros dialogaban. No faltaron lo que miraban al cielo tratando de encontrar una explicación.
Felizmente, a pesar que se sintió en casi medio Perú, no se reportaron mayores desgracias personales.
Los informes anotaron 5.7 grados en la escala de Richter, unos grados menos que el que registró nuestra ciudad hace cuarenta años que causó más de sesenta mil muertos en el Callejón de Huaylas.
El sismo de ayer fue sólo una llamada de alerta a lo que puede suceder en cualquier momento en alguna parte del país por estar ubicado en una zona de alto riesgo telúrico.
Y, en estos casos, sirve para formularnos la pregunta de rigor: ¿Estamos preparados para hacer frente a un terremoto…?
Es indudable que no. Para empezar. A minutos de ocurrido el movimiento todos los canales de televisión continuaban con sus programaciones normales. Como si nada hubiese pasado.
En Japón, luego de un sismo, la gente conecta sus aparatos y se informa de inmediato sobre el epicentro, grado, consecuencias y primeras recomendaciones, aparte de las ya aprendidas.
En los centros educativos de todo nivel se efectúan permanentes simulacros y reconocimiento de las zonas de evacuación más cercanas.
El currículo de estudios contiene un curso de Defensa Civil, que antes existía en el Perú y no se sabe por qué razones fue anulado.
Los centros comerciales venden equipos de primeros auxilios para casos de sismos con linterna, radio, pilas, carpas y todo lo que sea necesario.
También se expenden dispositivos para fijar las partes altas de los muebles de las casas e impedir que se desplomen encima de los moradores.
Sin embargo, la experiencia les ha dejado una excelente lección. Las puertas de las viviendas se abren de adentro hacia afuera y no al contrario como se acostumbra en nuestro medio.
Eso permite que las personas, al intentar salir con premura al exterior, no tengan que dar unos pasos hacia atrás, sino adelante. ¡Que simple…! ¿Verdad…?
Son sencillos detalles gestados en base a una verdadera cultura de prevención contra los sismos.
Por eso se explica que ante desgracias de gran magnitud en Japón, los daños personales y materiales sean mínimos.
Realmente tenemos aún mucho que aprender. Pero, no es tarde. Aún estamos a tiempo…
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