Casi en silencio, los productos alimenticios y de uso diario han disminuido su peso, pero cuestan más...
Mientras el Perú se convierte en una de las naciones más sólidas de Latinoamérica, según las palabras del Presidente, el país ha experimentado un fenómeno sorprendente.
Casi todos los productos fabricados de uso diario, incluyendo los alimentos, han sufrido un cambio sustancial que pocos han percibido.
La variación se relaciona en forma directa con el peso y valor que tenían hace unos meses y el que ahora poseen.
Las familias que los adquieren y consumen de inmediato, tal vez no se hayan dado cuenta. Pero si los comparan con otros similares, comprados con medio año o más de antigüedad, podrán constatar esa triste realidad.
Y, en caso que no puedan hacerlo, aquí les brindamos el dato preciso. Omitiendo los nombres y marcas, para que no se piense que estamos contra determinado fabricante.
No. Porque la merma en el peso de los artículos se presenta en la gran mayoría.
Cuando adquiera arroz súper extra embolsado, deténgase a mirar con atención cuánto pesa. Se venden bolsas de novecientos, ochocientos y hasta setecientos cincuenta gramos, pero no de un kilo.
Existen en el mercado botellas de aceite de cocina que exhiben en sus etiquetas sólo novecientos mililitros.
Los frascos de plástico de yogurt bebible entero, común o light, casi nunca llegan a un litro de contenido. Se quedan en novecientos cuarenta y seis mililitros.
Una bolsa de leche de soya líquida, con proteínas y vitaminas, en estado de refrigeración, pesa novecientos cuarenta y seis.
El popular fideo largo o tallarín, corbata, canuto y otras variedades en bolsa, no llegan al medio kilo, sino a cuatrocientos cincuenta gramos.
Para lavar los platos, utensilios y ollas se venden cojines saca grasa de trescientos treinta y desinfectantes de novecientos diez mililitros.
Los envases de detergente de distintas marcas no se ofertan por kilos. Paquetes de distintos colores pesan novecientos gramos.
Da la impresión que los fabricantes de jabones de tocador se hubiesen puesto de acuerdo, pues han desaparecido los de ciento cincuenta gramos. Ahora apenas contienen ciento veinticinco. Mucho más pequeños. Pronto serán semejantes a los que colocan en las duchas de los hoteles.
Ni siquiera el papel higiénico se salva de esta exagerada reducción, pues escasean en el mercado los paquetes de dieciséis rollos, ahora sólo contienen una docena y son más delgados.
Atendiendo la lógica del bolsillo se comprueba que, no obstante pesar y poseer menor cantidad, los artículos cuestan mucho más mientras la capacidad adquisitiva decrece.
Entonces, el ciudadano común y corriente sólo atina a decir: ¿Y dónde está el tan voceado y bendito despegue económico del país que anuncia cada semana el gobierno…?
Casi todos los productos fabricados de uso diario, incluyendo los alimentos, han sufrido un cambio sustancial que pocos han percibido.
La variación se relaciona en forma directa con el peso y valor que tenían hace unos meses y el que ahora poseen.
Las familias que los adquieren y consumen de inmediato, tal vez no se hayan dado cuenta. Pero si los comparan con otros similares, comprados con medio año o más de antigüedad, podrán constatar esa triste realidad.
Y, en caso que no puedan hacerlo, aquí les brindamos el dato preciso. Omitiendo los nombres y marcas, para que no se piense que estamos contra determinado fabricante.
No. Porque la merma en el peso de los artículos se presenta en la gran mayoría.
Cuando adquiera arroz súper extra embolsado, deténgase a mirar con atención cuánto pesa. Se venden bolsas de novecientos, ochocientos y hasta setecientos cincuenta gramos, pero no de un kilo.
Existen en el mercado botellas de aceite de cocina que exhiben en sus etiquetas sólo novecientos mililitros.
Los frascos de plástico de yogurt bebible entero, común o light, casi nunca llegan a un litro de contenido. Se quedan en novecientos cuarenta y seis mililitros.
Una bolsa de leche de soya líquida, con proteínas y vitaminas, en estado de refrigeración, pesa novecientos cuarenta y seis.
El popular fideo largo o tallarín, corbata, canuto y otras variedades en bolsa, no llegan al medio kilo, sino a cuatrocientos cincuenta gramos.
Para lavar los platos, utensilios y ollas se venden cojines saca grasa de trescientos treinta y desinfectantes de novecientos diez mililitros.
Los envases de detergente de distintas marcas no se ofertan por kilos. Paquetes de distintos colores pesan novecientos gramos.
Da la impresión que los fabricantes de jabones de tocador se hubiesen puesto de acuerdo, pues han desaparecido los de ciento cincuenta gramos. Ahora apenas contienen ciento veinticinco. Mucho más pequeños. Pronto serán semejantes a los que colocan en las duchas de los hoteles.
Ni siquiera el papel higiénico se salva de esta exagerada reducción, pues escasean en el mercado los paquetes de dieciséis rollos, ahora sólo contienen una docena y son más delgados.
Atendiendo la lógica del bolsillo se comprueba que, no obstante pesar y poseer menor cantidad, los artículos cuestan mucho más mientras la capacidad adquisitiva decrece.
Entonces, el ciudadano común y corriente sólo atina a decir: ¿Y dónde está el tan voceado y bendito despegue económico del país que anuncia cada semana el gobierno…?
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