En forma increíble y sin constatar el peligro, dos personas pasan bajo los endebles soportes de una casona ruinosa en la cuadra siete del jirón Bolívar. El peligro ronda en el centro cívico...
Uno de nuestros deseos para el año 2010 a nivel de Trujillo rezó: “Que los edificios coloniales ruinosos no sigan constituyendo un peligro para la población y dejen de ofrecer una mala imagen a los visitantes”.
Y resultó una frase premonitoria. Porque en menos de una semana se vinieron abajo las paredes de cinco aulas del antiguo colegio Belén, ubicado en el mismo corazón de la ciudad.
Felizmente, como todos lo resaltaron después de ocurrido el suceso, se produjo en horas de la madrugada y en época de vacaciones.
Porque la zona, como cualquier lugar del centro cívico, es muy transitada por peatones y vehículos. El descanso escolar motivó que no hubiera alumnas.
De lo contrario estaríamos comentando en torno a una tragedia de grandes proporciones.
El sismo del último domingo y las lluvias nocturnas de la temporada terminaron por debilitar las bases de los gruesos muros del antiguo plantel y se desplomaron.
La primera autoridad regional, en su calidad de presidente del Comité de Defensa Civil, procedió a clausurar el local y se comprometió hacer las gestiones para la construcción del nuevo local en el terreno designado con anterioridad en la urbanización Primavera.
Como corresponde a la tarea periodística, algunos reporteros se trasladaron a la oficina del Instituto Nacional de Cultura donde el titular les recordó que en Trujillo existen sesenta edificios similares, es decir en mal estado de conservación.
Muchos, considerados de alto riesgo, amenazan derrumbarse en el momento menos esperado, tal como sucedió con el centro educativo Hermanos Blanco.
Los “monumentos”, como se les llama, están distribuidos en todo el perímetro del centro cívico y, aparte de representar un peligro latente para la población, ofrecen una fantasmagórica imagen de la ciudad.
Impresentables, despintados, descascarados, rajados, hediondos, atravesados por viejas maderas o sostenidos por sucios y apolillados troncos, representan la cara que no quisiéramos que ningún turista observe.
Para mala suerte, no podemos ocultarlos y al final alternan sus patéticas fachadas con nuestros hermosos templos, relucientes casonas coloniales reconstruidas y tradicionales balcones.
El INC sostiene que los propietarios son los responsables de su refacción, y éstos aducen sus motivos para no hacerlo.
Esa controversia se mantiene por años y no se sabe cuando acabará.
Pero el tiempo, que mide la existencia de los seres humanos, también se ensaña atentando contra las estructuras arquitectónicas y las destruye.
El abandono, la falta de mantenimiento y el descuido tienen un precio. Cualquier día se irán desplomando una tras otra exponiendo la vida de las personas.
Esperamos que antes que esto ocurra, se adopten las medidas preventivas correspondientes.
No esperemos más desgracias. Hagamos algo para acabar con este horrendo semblante de Trujillo que es una amenaza para sus habitantes…
Y resultó una frase premonitoria. Porque en menos de una semana se vinieron abajo las paredes de cinco aulas del antiguo colegio Belén, ubicado en el mismo corazón de la ciudad.
Felizmente, como todos lo resaltaron después de ocurrido el suceso, se produjo en horas de la madrugada y en época de vacaciones.
Porque la zona, como cualquier lugar del centro cívico, es muy transitada por peatones y vehículos. El descanso escolar motivó que no hubiera alumnas.
De lo contrario estaríamos comentando en torno a una tragedia de grandes proporciones.
El sismo del último domingo y las lluvias nocturnas de la temporada terminaron por debilitar las bases de los gruesos muros del antiguo plantel y se desplomaron.
La primera autoridad regional, en su calidad de presidente del Comité de Defensa Civil, procedió a clausurar el local y se comprometió hacer las gestiones para la construcción del nuevo local en el terreno designado con anterioridad en la urbanización Primavera.
Como corresponde a la tarea periodística, algunos reporteros se trasladaron a la oficina del Instituto Nacional de Cultura donde el titular les recordó que en Trujillo existen sesenta edificios similares, es decir en mal estado de conservación.
Muchos, considerados de alto riesgo, amenazan derrumbarse en el momento menos esperado, tal como sucedió con el centro educativo Hermanos Blanco.
Los “monumentos”, como se les llama, están distribuidos en todo el perímetro del centro cívico y, aparte de representar un peligro latente para la población, ofrecen una fantasmagórica imagen de la ciudad.
Impresentables, despintados, descascarados, rajados, hediondos, atravesados por viejas maderas o sostenidos por sucios y apolillados troncos, representan la cara que no quisiéramos que ningún turista observe.
Para mala suerte, no podemos ocultarlos y al final alternan sus patéticas fachadas con nuestros hermosos templos, relucientes casonas coloniales reconstruidas y tradicionales balcones.
El INC sostiene que los propietarios son los responsables de su refacción, y éstos aducen sus motivos para no hacerlo.
Esa controversia se mantiene por años y no se sabe cuando acabará.
Pero el tiempo, que mide la existencia de los seres humanos, también se ensaña atentando contra las estructuras arquitectónicas y las destruye.
El abandono, la falta de mantenimiento y el descuido tienen un precio. Cualquier día se irán desplomando una tras otra exponiendo la vida de las personas.
Esperamos que antes que esto ocurra, se adopten las medidas preventivas correspondientes.
No esperemos más desgracias. Hagamos algo para acabar con este horrendo semblante de Trujillo que es una amenaza para sus habitantes…
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