Envidiable corrección de los conductores en la esquina del Banco de la Nación ante la presencia del policía. ¡Sólo por temor a las multas...!
Es evidente que la presencia de la Policía Nacional es motivo suficiente para que se imponga el orden en el tránsito vehicular del centro cívico de Trujillo.
Todos los conductores, sin excepción respetan las luces del semáforo, no suenan sus estridentes bocinas, ni invaden un centímetro la línea peatonal.
Tampoco tratan de reiniciar el recorrido antes de tiempo y mantienen un comportamiento apropiado.
Su actitud es en verdad, admirable. Digna de ser imitada en todas partes de manera constante. Únicamente por temor a las sanciones.
Sin embargo, tan pronto el efectivo policial se retira, vuelve el trastorno y la confusión, en desmedro de los peatones y las personas que laboran en las oficinas cercanas.
Esto explica que los pilotos son conscientes de sus actos y saben cuando deben proceder en una u otra forma.
Pero eso, es un error, pues desde que se les otorga el brevete, están en la obligación de someterse a las disposiciones del Reglamento General de Tránsito.
Y manejar siguiendo las normas aunque el policía no esté presente.
Lo real es que cuando la autoridad se ausenta, los conductores operan según se les antoja, incluso imprimiendo una velocidad no autorizada en el ámbito urbano.
Añaden a su negativa acción, un lenguaje procaz cuando algún ciudadano les trata de llamar a la compostura.
En conclusión, gran parte del desorden que exhibe la ciudad, responde al pésimo proceder de los choferes.
También es la causa de las numerosas colisiones producidas con el resultado lamentable de víctimas.
En ese sentido, es oportuno hacerles una invocación para que se ajusten a las normas vigentes, como una forma de salvaguardar la vida de las personas, incluyendo la suya.
No esperen la presencia del policía para conducir con corrección, por miedo a las multas. Manejen en forma conveniente, porque ese es el compromiso que han adquirido ante las autoridades y la ciudadanía…
Todos los conductores, sin excepción respetan las luces del semáforo, no suenan sus estridentes bocinas, ni invaden un centímetro la línea peatonal.
Tampoco tratan de reiniciar el recorrido antes de tiempo y mantienen un comportamiento apropiado.
Su actitud es en verdad, admirable. Digna de ser imitada en todas partes de manera constante. Únicamente por temor a las sanciones.
Sin embargo, tan pronto el efectivo policial se retira, vuelve el trastorno y la confusión, en desmedro de los peatones y las personas que laboran en las oficinas cercanas.
Esto explica que los pilotos son conscientes de sus actos y saben cuando deben proceder en una u otra forma.
Pero eso, es un error, pues desde que se les otorga el brevete, están en la obligación de someterse a las disposiciones del Reglamento General de Tránsito.
Y manejar siguiendo las normas aunque el policía no esté presente.
Lo real es que cuando la autoridad se ausenta, los conductores operan según se les antoja, incluso imprimiendo una velocidad no autorizada en el ámbito urbano.
Añaden a su negativa acción, un lenguaje procaz cuando algún ciudadano les trata de llamar a la compostura.
En conclusión, gran parte del desorden que exhibe la ciudad, responde al pésimo proceder de los choferes.
También es la causa de las numerosas colisiones producidas con el resultado lamentable de víctimas.
En ese sentido, es oportuno hacerles una invocación para que se ajusten a las normas vigentes, como una forma de salvaguardar la vida de las personas, incluyendo la suya.
No esperen la presencia del policía para conducir con corrección, por miedo a las multas. Manejen en forma conveniente, porque ese es el compromiso que han adquirido ante las autoridades y la ciudadanía…
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