El Congreso peruano elevó su número a ciento treinta. Pero, no cuenta con el respaldo de las mayorías...
Con el incremento del número de escaños en el Parlamento, los congresistas peruanos están a un paso de consolidar una de sus más polémicos acuerdos, porque cuenta con el rechazo casi completo de la población.
Ya lo lograron en un primer momento y esperan ratificar su decisión en la segunda votación que debe concretarse en la legislatura próxima.
La proposición modifica el artículo 90 de la Constitución y crea la jurisdicción de Lima-provincias que comprende la incorporación de diez nuevas curules.
Según las palabras del presidente del Congreso, el aumento de legisladores “no demandará mayor gasto al erario nacional, no se pedirán más recursos, pues se hará una redistribución de partidas” (?).
Este pronunciamiento haría pensar que existe un dinero flotante o el presupuesto, en un principio, fue sobrevalorado. Aunque, al final de cuentas, se estima que sólo se trata de un improvisado e infantil recurso para apaciguar el reclamo de las mayorías.
Lo real es que una vez conocido el planteamiento congresal, el disgusto de la ciudadanía no se ha hecho esperar.
Muchos manifiestan que el número de congresistas no es el principal problema. No se trata de cantidad, sino de calidad. Primero deben preocuparse en mejorar su imagen, argumentan.
Sostienen que los parlamentarios son más conocidos por sus desaciertos, que por la eficiencia de su trabajo y proyectos.
Añaden que su principal preocupación, hasta la actualidad, ha sido aumentarse los sueldos, como sucedió con los gastos operativos y ratificar sus elevadas bonificaciones por escolaridad, fiestas patrias y navidad.
Aparte están los escándalos y actos de inmoralidad. También su sorprendente habilidad y osadía para aprovechar, con descaro, el otorgamiento de los vales por movilidad y gasolina, como si no fuera suficiente con lo que ganan.
La voz de la colectividad destaca que la función en el Congreso está diseñada únicamente para las personas que se propongan efectuar un servicio público en bien del país.
Y, de ninguna manera, para quienes sólo buscan ser reelegidos con la finalidad de mantenerse en el cargo. Por eso se explica que, en la política nacional, se repitan siempre los mismos nombres.
Igualmente queda demostrado en los congresistas que, al terminar su gestión parlamentaria, emigran a otros países o se olvidan por completo de las actividades de proyección social que les “entusiasmaban” cuando recibían un sueldo.
Por último, hay quienes sostienen que, en caso de darse el visto bueno al aumento de plazas, el gasto que realiza el estado en las remuneraciones de ciento veinte, debe dividirse entre ciento treinta.
Allí no se ha agotado todo. Aún se mantiene en vigencia el proyecto de debatir la famosa letanía de la bicameralidad que, de aprobarse, servirá para asegurar económicamente a los “agraciados” hasta el último de sus días... ¡Casi nada...!
Ya lo lograron en un primer momento y esperan ratificar su decisión en la segunda votación que debe concretarse en la legislatura próxima.
La proposición modifica el artículo 90 de la Constitución y crea la jurisdicción de Lima-provincias que comprende la incorporación de diez nuevas curules.
Según las palabras del presidente del Congreso, el aumento de legisladores “no demandará mayor gasto al erario nacional, no se pedirán más recursos, pues se hará una redistribución de partidas” (?).
Este pronunciamiento haría pensar que existe un dinero flotante o el presupuesto, en un principio, fue sobrevalorado. Aunque, al final de cuentas, se estima que sólo se trata de un improvisado e infantil recurso para apaciguar el reclamo de las mayorías.
Lo real es que una vez conocido el planteamiento congresal, el disgusto de la ciudadanía no se ha hecho esperar.
Muchos manifiestan que el número de congresistas no es el principal problema. No se trata de cantidad, sino de calidad. Primero deben preocuparse en mejorar su imagen, argumentan.
Sostienen que los parlamentarios son más conocidos por sus desaciertos, que por la eficiencia de su trabajo y proyectos.
Añaden que su principal preocupación, hasta la actualidad, ha sido aumentarse los sueldos, como sucedió con los gastos operativos y ratificar sus elevadas bonificaciones por escolaridad, fiestas patrias y navidad.
Aparte están los escándalos y actos de inmoralidad. También su sorprendente habilidad y osadía para aprovechar, con descaro, el otorgamiento de los vales por movilidad y gasolina, como si no fuera suficiente con lo que ganan.
La voz de la colectividad destaca que la función en el Congreso está diseñada únicamente para las personas que se propongan efectuar un servicio público en bien del país.
Y, de ninguna manera, para quienes sólo buscan ser reelegidos con la finalidad de mantenerse en el cargo. Por eso se explica que, en la política nacional, se repitan siempre los mismos nombres.
Igualmente queda demostrado en los congresistas que, al terminar su gestión parlamentaria, emigran a otros países o se olvidan por completo de las actividades de proyección social que les “entusiasmaban” cuando recibían un sueldo.
Por último, hay quienes sostienen que, en caso de darse el visto bueno al aumento de plazas, el gasto que realiza el estado en las remuneraciones de ciento veinte, debe dividirse entre ciento treinta.
Allí no se ha agotado todo. Aún se mantiene en vigencia el proyecto de debatir la famosa letanía de la bicameralidad que, de aprobarse, servirá para asegurar económicamente a los “agraciados” hasta el último de sus días... ¡Casi nada...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario