La final de la Copa UEFA nos dejó una verdadera lección de fútbol aguerrido, de gran calidad, lealtad y respeto...
La esperada final de la Copa UEFA, jugada en Estambul, Turquía, que consagró campeón al Shakthar Donestsk, de Ucrania, fue una verdadera lección de fútbol.
Por todo aquello que se vio durante los noventa minutos reglamentarios y los treinta suplementarios.
Tanto el triunfador, como el Werder Bremen, donde juega nuestro compatriota Claudio Pizarro, pusieron sobre el gramado todo su esfuerzo y calidad.
Sin embargo, lo más destacado fue la lealtad, a pesar de la fuerza y empeño de cada uno de los jugadores.
En ningún instante hubo atisbo alguno de hacer daño al adversario. Siempre se respetó su integridad física.
Y qué decir de las decisiones del árbitro del encuentro. Cada pitazo era acatado sin la menor observación o reclamo, aunque haya cierta duda sobre la sanción.
Ocurrió lo mismo cuando tuvo que presentar la tarjeta amarilla a algún player. Una simple mirada, la cabeza abajo y silencio total.
Respeto, obediencia y pasmosa tranquilidad ante un fallo del juez. Tal como debe ser la actitud de un profesional.
Lo contrario a lo que ocurre, a veces, en nuestro medio, con equipos de mucha menor calidady rango. Aunque nos duela. Pero es la realidad.
Aquí los futbolistas con frecuencia no aceptan las determinaciones de los árbitros. Levantan los brazos, lanzan algunas palabras y hasta llegan a faltar el respeto.
Por esa razón, cuando se trata de competencias internacionales hacen lo mismo y terminan expulsados, perjudicando a sus cuadros.
En la UEFA constatamos que el entrenador del equipo perdedor se acerca a felicitar a su similar triunfador.
Los vencedores aplauden sin reticencias a los vencidos y el público termina haciendo lo mismo.
Aunque haya fanáticos que tengan que derramar lágrimas al ver a su elenco derrotado. Pero así es el deporte y hay que aceptarlo.
Todo fue diferente allá en el estadio principal de Estambul, hasta el gato angora que apareció corriendo a un costado del escenario. Hay recoge-bolas, pero no se les ve.
Eso indica que nuestros futbolistas deben cambiar en algunos aspectos, especialmente, aprender a controlar sus emociones. Saber comportarse.
Empeñarse en elevar su nivel. Tratar de ser cada vez mejores. Es un sabio consejo.
Los cierto es que la final de la UEFA nos entusiasmó y terminó siendo una inolvidable lección de fútbol…
Por todo aquello que se vio durante los noventa minutos reglamentarios y los treinta suplementarios.
Tanto el triunfador, como el Werder Bremen, donde juega nuestro compatriota Claudio Pizarro, pusieron sobre el gramado todo su esfuerzo y calidad.
Sin embargo, lo más destacado fue la lealtad, a pesar de la fuerza y empeño de cada uno de los jugadores.
En ningún instante hubo atisbo alguno de hacer daño al adversario. Siempre se respetó su integridad física.
Y qué decir de las decisiones del árbitro del encuentro. Cada pitazo era acatado sin la menor observación o reclamo, aunque haya cierta duda sobre la sanción.
Ocurrió lo mismo cuando tuvo que presentar la tarjeta amarilla a algún player. Una simple mirada, la cabeza abajo y silencio total.
Respeto, obediencia y pasmosa tranquilidad ante un fallo del juez. Tal como debe ser la actitud de un profesional.
Lo contrario a lo que ocurre, a veces, en nuestro medio, con equipos de mucha menor calidady rango. Aunque nos duela. Pero es la realidad.
Aquí los futbolistas con frecuencia no aceptan las determinaciones de los árbitros. Levantan los brazos, lanzan algunas palabras y hasta llegan a faltar el respeto.
Por esa razón, cuando se trata de competencias internacionales hacen lo mismo y terminan expulsados, perjudicando a sus cuadros.
En la UEFA constatamos que el entrenador del equipo perdedor se acerca a felicitar a su similar triunfador.
Los vencedores aplauden sin reticencias a los vencidos y el público termina haciendo lo mismo.
Aunque haya fanáticos que tengan que derramar lágrimas al ver a su elenco derrotado. Pero así es el deporte y hay que aceptarlo.
Todo fue diferente allá en el estadio principal de Estambul, hasta el gato angora que apareció corriendo a un costado del escenario. Hay recoge-bolas, pero no se les ve.
Eso indica que nuestros futbolistas deben cambiar en algunos aspectos, especialmente, aprender a controlar sus emociones. Saber comportarse.
Empeñarse en elevar su nivel. Tratar de ser cada vez mejores. Es un sabio consejo.
Los cierto es que la final de la UEFA nos entusiasmó y terminó siendo una inolvidable lección de fútbol…
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