Hoy, 1 de octubre, se celebra el Día del Periodista en el Perú en homenaje a la primera publicación noticiosa impresa editada en el país. Es una fecha para reflexionar sobre nuestra labor...
Como periodistas, somos quienes dirigimos las preguntas a las personas que entrevistamos. Pero si alguien nos planteara: ¿Qué sentimos al ser periodistas…?
Contestaríamos de inmediato que es la razón de nuestra existencia.
Y aquí estamos tratando de dialogar con las nuevas generaciones de reporteros para decirles que la búsqueda de la noticia tiene algunas limitaciones establecidas por la verdad.
Por eso se entiende que sólo lo que es cierto, es motivo de difusión a través de los diferentes medios.
Los chismes, rumores y diatribas no pueden concebirse en ningún informativo, pues carecen de fundamento.
Al igual que las palabras altisonantes, el insulto, la blasfemia y todo aquello que pueda ser considerado un exceso.
El mundo ha avanzado tanto, al igual que el idioma, que existen numerosas palabras para expresar todo lo que se desea, sin atentar en ninguna forma contra la dignidad y consideración de los receptores.
Si bien es cierto que la búsqueda de la noticia es incesante y cada día debe servir para abrir página o perennizarla en imágenes, es indispensable respetar el momento íntimo de la desgracia ajena, por ejemplo, en un accidente.
El periodismo responde a un público y éste debe ser tratado con respeto y especial estima. No puede olvidarse este aspecto. Es indigno faltar a esa norma.
En tal sentido sólo queda recordar a quienes tienen en sus manos la sagrada misión de informar que jamás se alejen de sus excelsas funciones.
Hacerlo con objetividad. Describir el hecho tal como ha sucedido. Simplemente decir la verdad. No distorsionarla por nada.
Con imparcialidad, sin inclinarse en una u otra dirección. Sin preferencias, ni rencores y si, de paso, se puede educar, mucho mejor.
No olvidar que la información llega a personas de toda edad y su tratamiento exige ser alturado y siempre sencillo para facilitar su comprensión.
Siendo la noticia la base del periodismo, el acceso a las fuentes y el contraste de opiniones confrontadas es primordial.
Finalmente, deseamos hacerles una sincera confesión:
Si el destino nos diera una nueva oportunidad de vivir. No lo dudaríamos ni un instante:
Contestaríamos de inmediato que es la razón de nuestra existencia.
Y aquí estamos tratando de dialogar con las nuevas generaciones de reporteros para decirles que la búsqueda de la noticia tiene algunas limitaciones establecidas por la verdad.
Por eso se entiende que sólo lo que es cierto, es motivo de difusión a través de los diferentes medios.
Los chismes, rumores y diatribas no pueden concebirse en ningún informativo, pues carecen de fundamento.
Al igual que las palabras altisonantes, el insulto, la blasfemia y todo aquello que pueda ser considerado un exceso.
El mundo ha avanzado tanto, al igual que el idioma, que existen numerosas palabras para expresar todo lo que se desea, sin atentar en ninguna forma contra la dignidad y consideración de los receptores.
Si bien es cierto que la búsqueda de la noticia es incesante y cada día debe servir para abrir página o perennizarla en imágenes, es indispensable respetar el momento íntimo de la desgracia ajena, por ejemplo, en un accidente.
El periodismo responde a un público y éste debe ser tratado con respeto y especial estima. No puede olvidarse este aspecto. Es indigno faltar a esa norma.
En tal sentido sólo queda recordar a quienes tienen en sus manos la sagrada misión de informar que jamás se alejen de sus excelsas funciones.
Hacerlo con objetividad. Describir el hecho tal como ha sucedido. Simplemente decir la verdad. No distorsionarla por nada.
Con imparcialidad, sin inclinarse en una u otra dirección. Sin preferencias, ni rencores y si, de paso, se puede educar, mucho mejor.
No olvidar que la información llega a personas de toda edad y su tratamiento exige ser alturado y siempre sencillo para facilitar su comprensión.
Siendo la noticia la base del periodismo, el acceso a las fuentes y el contraste de opiniones confrontadas es primordial.
Finalmente, deseamos hacerles una sincera confesión:
Si el destino nos diera una nueva oportunidad de vivir. No lo dudaríamos ni un instante:
¡Volveríamos a ser periodistas…!
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