Cielo trujillano captado en el corazón mismo de la ciudad, la plaza de Armas. Hace tiempo se perdieron los días consecutivos de sol...
A nivel mundial, se acostumbra otorgarle un eslogan o membrete a las ciudades importantes.
Generalmente suele adoptarse alguna peculiar característica que las identifica.
Dentro de ese contexto Trujillo, la tierra que nos vio nacer, fue catalogada hace un tiempo como la Ciudad de la Eterna Primavera.
Razones múltiples existieron para decidir ese fulgurante apelativo, pues apenas algunos años atrás, solíamos saltar de la cama con el Sol alumbrándonos por la ventana.
El astro rey nos acompañaba hasta el atardecer y se repetía con admirable exactitud cada veinticuatro horas. Escasamente se observaba el firmamento nublado.
Casi todos eran días claros, despejados, de cielo azul y sol brillante que trasmitían un ambiente agradable y alegría a la población que tenía la suerte de gozar de su calidez.
A pesar de la presencia del Sol, la temperatura fue con frecuencia templada. Sin calor sofocante, ni frío extremo.
Y si a esas peculiares bondades del medio ambiente se le añadía el bajísimo índice delincuencial, Trujillo era la ciudad ideal para vivir. Por eso muchos vinieron de otros lugares.
Fue esa una de las motivaciones que impulsó hace varias décadas a los directivos del Club de Leones a organizar anualmente el tradicional Festival Internacional de la Primavera.
Se escogió para la celebración el mes de setiembre en que las comparsas y soberanas desfilaban fulgurantes. Iluminadas por los apacibles rayos del Sol.
Hoy, y desde hace algún tiempo, todo ha cambiado. Aquel fulgor permanente que identificó el cielo trujillano, irremediablemente se ha perdido.
Ahora. Lo normal es la ciudad con los días totalmente cubiertos de nubes. Como si el Sol tuviera temor asomarse. Y al contrario, en invierno, una persistente garúa nos sorprende por las mañanas.
Sin embargo, cuando ésto se produce, nos trae a la memoria las semanas y meses de permanente primavera que vivimos antes.
Unos culpan al cambio climático. Otros señalan al trazo de los canales derivados de irrigación Chavimochic.
Lo cierto es que, hemos perdido la envidiable denominación que, durante otros años, fue nuestro principal motivo de orgullo.
Esa variación tiene sus consecuencias. Como la mayor incidencia de enfermedades bronquiales y las dificultades que afrontan los aviones para aterrizar en el aeropuerto de Huanchaco por carecer del sistema de navegación aérea en esas condiciones.
También la fiesta de las flores que tuvo que modificar su calendario para trasladarse a mediados de octubre. Con el corso en tardes friolentas y amenazas de lluvia.
Lástima para quienes vivimos aquí. Pues sólo nos queda añorar los días de antaño e ir acostumbrándonos a subsistir con un Trujillo sin Sol…
Generalmente suele adoptarse alguna peculiar característica que las identifica.
Dentro de ese contexto Trujillo, la tierra que nos vio nacer, fue catalogada hace un tiempo como la Ciudad de la Eterna Primavera.
Razones múltiples existieron para decidir ese fulgurante apelativo, pues apenas algunos años atrás, solíamos saltar de la cama con el Sol alumbrándonos por la ventana.
El astro rey nos acompañaba hasta el atardecer y se repetía con admirable exactitud cada veinticuatro horas. Escasamente se observaba el firmamento nublado.
Casi todos eran días claros, despejados, de cielo azul y sol brillante que trasmitían un ambiente agradable y alegría a la población que tenía la suerte de gozar de su calidez.
A pesar de la presencia del Sol, la temperatura fue con frecuencia templada. Sin calor sofocante, ni frío extremo.
Y si a esas peculiares bondades del medio ambiente se le añadía el bajísimo índice delincuencial, Trujillo era la ciudad ideal para vivir. Por eso muchos vinieron de otros lugares.
Fue esa una de las motivaciones que impulsó hace varias décadas a los directivos del Club de Leones a organizar anualmente el tradicional Festival Internacional de la Primavera.
Se escogió para la celebración el mes de setiembre en que las comparsas y soberanas desfilaban fulgurantes. Iluminadas por los apacibles rayos del Sol.
Hoy, y desde hace algún tiempo, todo ha cambiado. Aquel fulgor permanente que identificó el cielo trujillano, irremediablemente se ha perdido.
Ahora. Lo normal es la ciudad con los días totalmente cubiertos de nubes. Como si el Sol tuviera temor asomarse. Y al contrario, en invierno, una persistente garúa nos sorprende por las mañanas.
Sin embargo, cuando ésto se produce, nos trae a la memoria las semanas y meses de permanente primavera que vivimos antes.
Unos culpan al cambio climático. Otros señalan al trazo de los canales derivados de irrigación Chavimochic.
Lo cierto es que, hemos perdido la envidiable denominación que, durante otros años, fue nuestro principal motivo de orgullo.
Esa variación tiene sus consecuencias. Como la mayor incidencia de enfermedades bronquiales y las dificultades que afrontan los aviones para aterrizar en el aeropuerto de Huanchaco por carecer del sistema de navegación aérea en esas condiciones.
También la fiesta de las flores que tuvo que modificar su calendario para trasladarse a mediados de octubre. Con el corso en tardes friolentas y amenazas de lluvia.
Lástima para quienes vivimos aquí. Pues sólo nos queda añorar los días de antaño e ir acostumbrándonos a subsistir con un Trujillo sin Sol…
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