La lucha contra la delincuencia en Trujillo debe ser total e implacable. Corresponde al gobierno endurecer las penas...
Quienes hemos tenido la suerte de nacer en Trujillo no olvidaremos jamás la prolongada etapa en que era considerada como la ciudad más tranquila del país.
No nos dábamos cuenta. Sólo lo constatamos a través de las expresiones pronunciadas por parientes, visitantes o turistas que llegaban por primera vez a esta tierra.
Se podía caminar por cualquier parte sin ningún peligro. Incluso por barrios considerados “peligrosos”, porque los jóvenes cortejaban a las chicas o insultaban a los muchachos de otras zonas.
Pero, jamás se hablaba de robos, asesinatos o cosas por el estilo. Trujillo era la ciudad ideal para vivir. Constituía nuestro mayor orgullo.
Hasta mediados del siglo pasado no existían patrulleros. Los vehículos policiales llegaron recién a fines de la década del cincuenta.
Eran unos enormes carros Chevrolet de color negro, último modelo, que recorrían lentamente la ciudad.
La ausencia de delincuentes era tal que, en algunas oportunidades, los agentes se dedicaban a perseguir a los estudiantes que jugaban fulbito en las calles.
Hoy, todo ese apacible panorama ha sido transformado. Trujillo, para incomodidad de quienes vivimos aquí, es la segunda ciudad más peligrosa del país, después de Lima.
Todos los días se producen robos en las más diferentes modalidades, asaltos y extorsiones. Aparte que alguien muere víctima de un balazo criminal.
Como la situación alarmante y tiende a empeorar, se impone la coordinación directa de todos los estamentos gubernamentales y judiciales de la región.
El presidente regional, el jefe de la DITERPOLL, el alcalde de la ciudad, el presidente de la Corte Superior de Justicia y el representante del ministerio Público y todos los congresistas liberteños deben reunirse para establecer una estrategia de acción con carácter de urgencia. Aprovechemos que el presidente del Congreso es liberteño para invitarlo.
Tal vez alguien quiera disculparse anteponiendo ocupaciones propias del cargo, pero éste es un llamado de la ciudadanía y merece la atención correspondiente.
Somos conscientes que se está viviendo una especie de estado de emergencia y si no adoptamos las medidas pertinentes ahora, el delito seguirá ganando terreno.
La experiencia lo demuestra cada día con la sucesión de actos delictivos que ocasionan gran malestar en la población. La inseguridad es palpable y motivo de preocupación general.
No debemos perder más tiempo. Tampoco que la colectividad ingrese a situaciones de pánico colectivo que puede traer consecuencias mucho más graves.
Señores autoridades, utilicen todos los recursos disponibles y, dentro de sus conclusiones, no obvien reclamar al gobierno sanciones más drásticas y ejemplares.
La ciudadanía estará con ustedes siempre que se decidan actuar con eficiencia. La lucha contra el delito debe ser total, implacable, avasalladora…
No nos dábamos cuenta. Sólo lo constatamos a través de las expresiones pronunciadas por parientes, visitantes o turistas que llegaban por primera vez a esta tierra.
Se podía caminar por cualquier parte sin ningún peligro. Incluso por barrios considerados “peligrosos”, porque los jóvenes cortejaban a las chicas o insultaban a los muchachos de otras zonas.
Pero, jamás se hablaba de robos, asesinatos o cosas por el estilo. Trujillo era la ciudad ideal para vivir. Constituía nuestro mayor orgullo.
Hasta mediados del siglo pasado no existían patrulleros. Los vehículos policiales llegaron recién a fines de la década del cincuenta.
Eran unos enormes carros Chevrolet de color negro, último modelo, que recorrían lentamente la ciudad.
La ausencia de delincuentes era tal que, en algunas oportunidades, los agentes se dedicaban a perseguir a los estudiantes que jugaban fulbito en las calles.
Hoy, todo ese apacible panorama ha sido transformado. Trujillo, para incomodidad de quienes vivimos aquí, es la segunda ciudad más peligrosa del país, después de Lima.
Todos los días se producen robos en las más diferentes modalidades, asaltos y extorsiones. Aparte que alguien muere víctima de un balazo criminal.
Como la situación alarmante y tiende a empeorar, se impone la coordinación directa de todos los estamentos gubernamentales y judiciales de la región.
El presidente regional, el jefe de la DITERPOLL, el alcalde de la ciudad, el presidente de la Corte Superior de Justicia y el representante del ministerio Público y todos los congresistas liberteños deben reunirse para establecer una estrategia de acción con carácter de urgencia. Aprovechemos que el presidente del Congreso es liberteño para invitarlo.
Tal vez alguien quiera disculparse anteponiendo ocupaciones propias del cargo, pero éste es un llamado de la ciudadanía y merece la atención correspondiente.
Somos conscientes que se está viviendo una especie de estado de emergencia y si no adoptamos las medidas pertinentes ahora, el delito seguirá ganando terreno.
La experiencia lo demuestra cada día con la sucesión de actos delictivos que ocasionan gran malestar en la población. La inseguridad es palpable y motivo de preocupación general.
No debemos perder más tiempo. Tampoco que la colectividad ingrese a situaciones de pánico colectivo que puede traer consecuencias mucho más graves.
Señores autoridades, utilicen todos los recursos disponibles y, dentro de sus conclusiones, no obvien reclamar al gobierno sanciones más drásticas y ejemplares.
La ciudadanía estará con ustedes siempre que se decidan actuar con eficiencia. La lucha contra el delito debe ser total, implacable, avasalladora…
1 comentario:
Señores autoridades, utilicen todos los recursos disponibles y, dentro de sus conclusiones, no obvien reclamar al gobierno sanciones más drásticas y ejemplares para los malechores
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