Una extensa autopista aérea de seis carriles que atravesaba Kobe se inclinó a un costado el día del terremoto en 1995...
Cuenta una antigua leyenda que namazu, un gigantesco pez, yace bajo el mar y sobre su espalda descansan las diferentes islas de Japón.
El Dios Kashima Daimyojin con su enorme poder mantiene el territorio sobre el peje en perfectas condiciones.
Sin embargo, cuando el soberano se distrae, el animal se mueve y la tierra tiembla.
Mediante ese relato, la tradición japonesa trata de explicar, desde hace muchísimo tiempo, los frecuentes terremotos que se producen en el archipiélago.
Es que debido a que está ubicado encima de cuatro placas tectónicas, anualmente en el territorio ocurre un promedio de seis mil movimientos, lo que representa el veinte por ciento de los que suceden en el planeta.
Por eso se explica el Gran Terremoto de Kanto, que alcanzó los 7.9 grados en la escala abierta de Richter, producido el 1 de setiembre de 1923, en Tokio y Yokohama, que originó ciento cuarenta mil víctimas.
Mientras que el más reciente se registró el 17 de enero de 1995, de 7.3 grados, en Kobe, al oeste del país, que provocó más de seis mil muertos.
La breve referencia obedece a los recientes sismos consecutivos, el domingo 9, de 6.9 grados, en la región de Tokaido, a 340 kilómetros bajo el mar, el martes 11, de 6.5 grados, en la bahía de Tsuruga y el miércoles 12 en la isla Hachijojima.
Ese estado de inquietud constante ha motivado en Japón lo que podría denominarse la cultura del sismo que involucra al gobierno y a la población en general.
Las medidas de prevención tienen carácter obligatorio. Los vecinos están organizados para actuar en grupo en momentos de emergencia. Incluso, existen locales comunales con todas las comodidades para guarecerse.
Los simulacros, ejercicios y maniobras son permanentes a todo nivel, partiendo del nido, la escuela, hasta las empresas y organismos del estado.
La policía y el ejército, con el íntegro de su implementación logística y material, están preparados para intervenir en los momentos de emergencia.
Los establecimientos comerciales venden kits de primeros auxilios con el equipo necesario para actuar en el instante más inesperado.
También hay a disposición del público pequeños tacos, cadenas y ganchos para asegurar los muebles altos fijándolos a la pared y evitando que se desplomen.
Igualmente existen carpas de campaña, frazadas y kombos manuables de linterna con alarma, radio y cargador de celular.
Se ha previsto todo aquello que pueda ser útil y tener a la mano en tiempos de necesidad extrema a causa de los terremotos.
Porque, ante las catástrofes, el objetivo primordial es salvar la existencia humana…
El Dios Kashima Daimyojin con su enorme poder mantiene el territorio sobre el peje en perfectas condiciones.
Sin embargo, cuando el soberano se distrae, el animal se mueve y la tierra tiembla.
Mediante ese relato, la tradición japonesa trata de explicar, desde hace muchísimo tiempo, los frecuentes terremotos que se producen en el archipiélago.
Es que debido a que está ubicado encima de cuatro placas tectónicas, anualmente en el territorio ocurre un promedio de seis mil movimientos, lo que representa el veinte por ciento de los que suceden en el planeta.
Por eso se explica el Gran Terremoto de Kanto, que alcanzó los 7.9 grados en la escala abierta de Richter, producido el 1 de setiembre de 1923, en Tokio y Yokohama, que originó ciento cuarenta mil víctimas.
Mientras que el más reciente se registró el 17 de enero de 1995, de 7.3 grados, en Kobe, al oeste del país, que provocó más de seis mil muertos.
La breve referencia obedece a los recientes sismos consecutivos, el domingo 9, de 6.9 grados, en la región de Tokaido, a 340 kilómetros bajo el mar, el martes 11, de 6.5 grados, en la bahía de Tsuruga y el miércoles 12 en la isla Hachijojima.
Ese estado de inquietud constante ha motivado en Japón lo que podría denominarse la cultura del sismo que involucra al gobierno y a la población en general.
Las medidas de prevención tienen carácter obligatorio. Los vecinos están organizados para actuar en grupo en momentos de emergencia. Incluso, existen locales comunales con todas las comodidades para guarecerse.
Los simulacros, ejercicios y maniobras son permanentes a todo nivel, partiendo del nido, la escuela, hasta las empresas y organismos del estado.
La policía y el ejército, con el íntegro de su implementación logística y material, están preparados para intervenir en los momentos de emergencia.
Los establecimientos comerciales venden kits de primeros auxilios con el equipo necesario para actuar en el instante más inesperado.
También hay a disposición del público pequeños tacos, cadenas y ganchos para asegurar los muebles altos fijándolos a la pared y evitando que se desplomen.
Igualmente existen carpas de campaña, frazadas y kombos manuables de linterna con alarma, radio y cargador de celular.
Se ha previsto todo aquello que pueda ser útil y tener a la mano en tiempos de necesidad extrema a causa de los terremotos.
Porque, ante las catástrofes, el objetivo primordial es salvar la existencia humana…
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