viernes, 5 de junio de 2009

¡AL COMANDO DE UN CAZA JAPONÉS DE COMBATE…!

Sentarse en la cabina de un caza japonés de combate de la Segunda Guerra Mundial, fue una sensación indescriptible...



La reparación es impecable. Parece ser un avión recién salido de la fábrica. Sin embargo, en combate recibió numerosos impactos de metralla...
Una de las primeras ciudades que conocí en Japón, tan pronto descendí de un Jumbo de la Varig, en el colosal aeropuerto internacional de Narita, fue Kofu-Shi, capital de Yamanashi-Ken.

La ciudad se caracteriza por ser rica en monumentos históricos, muchos de los cuales están relacionados con Takeda Shingen, un personaje histórico.

Cuenta con centros culturales, museos y el famoso Yumura Onsen, un lugar de aguas termales. Como muchos de los que existen en casi todo el archipiélago.

Conocedores de sus propiedades relajantes y curativas, los japoneses acostumbran acudir con frecuencia para introducirse en sus, casi hirvientes, aguas.

La visita al onsen representa una de las numerosas distracciones que poseen cada fines de semana. Suelen asistir todos los miembros de la familia.

Kofu destaca por su esplendor natural debido a que las dos terceras partes están constituidas de bosques y montañas.

Uno de los lugares representativos del lugar en el Parque Nacional de Shyosenkyo con sus escarpadas montañas de piedra que parece que hubiesen sido cortadas a pico.

Los turistas pueden recorrer la extensa área, que tiene como fondo un río de aguas cristalinas, caminando o en carreta jalada por un robusto caballo de pelaje que le cubre los cascos.

Con frecuencia íbamos a Kofu, pues nuestro centro de trabajo estaba ubicado en Kosai-Cho, un pueblo pequeño desde donde nos trasladábamos en tren.

En uno de esos recorridos en la capital de la prefectura, hubo la oportunidad de ascender a una colina ubicada a tres o cuatro cuadras de Kofu-Eki, la estación central.

La principal atracción de la elevada zona es la presencia de un, muy bien reconstruido, caza japonés de combate biplaza que luchó en la Segunda Guerra Mundial.

Casi totalmente pintado de amarillo brillante, la cabina es azul con el círculo rojo en las alas, símbolo de la bandera oriental.

La legendaria nave está acompañada de una escalinata que permite subir y ubicarse en el primer asiento de comando.

Sentarse en uno de los aviones que surcó el espacio al mando de aguerridos pilotos en defensa de su patria, fue una experiencia indescriptible.

Todo se ve diferente desde el interior que se mantiene intacto. Uno se ilusiona evadiendo las nubes a gran velocidad para, ya con el cielo despejado, observar hacia abajo el territorio japonés.

Imaginamos a sus tripulantes, provistos de gorro, lentes, casaca acolchada, chalina y la cinta blanca con el símbolo circular rojo encarnado en la frente, dispuestos a enfrentarse al rival.

La sensación fue fantástica. No se compara con nada. Nos trasladó en el tiempo a la época del conflicto que comprometió a casi la integridad de naciones del mundo.

Y quedó el imperecedero testimonio de las imágenes exhibidas con profunda emoción y homenaje excelso a los héroes del aire…

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