La mínima congestión es suficiente para escuchar un concierto de bocinas y sirenas. Eso debe terminar pronto...
Hace mucho tiempo que Trujillo ha añadido un título más a los que actualmente ostenta.
Es la Ciudad de la Eterna Primavera, de la Marinera y la Cultura, entre los galardones obtenidos.
Sin embargo, también es la Ciudad del Ruido.
Todo, debido a la increíble forma como los pilotos accionan sus bocinas de manera innecesaria.
Apenas se detiene el vehículo de adelante, el conductor que va atrás suena el claxon. Hay una pequeña congestión o paran por la luz del semáforo y ocurre lo mismo.
Como el aparato carece de luz ámbar (?), cambia rápidamente de rojo a verde, sorprendiendo a los peatones en media pista, vuelven a sonar, obligándolos a correr.
Lo peor de la contaminación sonora se manifiesta en la increíble autorización para el empleo de sirenas en los taxis y autos particulares, lo que no ocurre en ninguna parte del mundo.
Con su estridencia estos aditamentos parecen estar destinados a destrozar los nervios del más apacible transeúnte, niño o persona de la tercera edad.
El desorden se manifiesta en el insistente, constante e ininterrumpido accionar de bocinas y sirenas ante la inoperatividad de la policía y las autoridades municipales.
Se espera que la aplicación estricta del nuevo Reglamento de Tránsito, que contempla de manera específica estas irregularidades y sanciona con elevadas multas a los infractores, se termine definitivamente con el problema.
Conste que sólo es cuestión de educación, sentido común y proyección a los demás.
En las grandes metrópolis como Tokio, Japón, con un elevadísimo índice de circulación vehicular, la luz del semáforo se respeta a rajatabla, aún sin la presencia de la policía.
Y, en lo que podría parecer inaudito. No se escucha una sola bocina. Si se presenta una congestión vehicular, todos esperan, sin alterarse en lo más mínimo.
Fatalmente, eso es lo que marca la diferencia entre una cultura y otra. Y estamos hablando de una potencia mundial.
Pero no es para desilusionarse. Todo depende de nosotros. ¿Por qué no podemos seguir su ejemplo…?
Recordemos la máxima del filósofo griego que dice: “Imita a los buenos y serás uno de ellos…”
Empecemos por ver como se comportan los choferes y peatones de los países desarrollados y aprovechemos lo mejor de lo observado.
Aún estamos a tiempo. Nunca es tarde para empezar…
Es la Ciudad de la Eterna Primavera, de la Marinera y la Cultura, entre los galardones obtenidos.
Sin embargo, también es la Ciudad del Ruido.
Todo, debido a la increíble forma como los pilotos accionan sus bocinas de manera innecesaria.
Apenas se detiene el vehículo de adelante, el conductor que va atrás suena el claxon. Hay una pequeña congestión o paran por la luz del semáforo y ocurre lo mismo.
Como el aparato carece de luz ámbar (?), cambia rápidamente de rojo a verde, sorprendiendo a los peatones en media pista, vuelven a sonar, obligándolos a correr.
Lo peor de la contaminación sonora se manifiesta en la increíble autorización para el empleo de sirenas en los taxis y autos particulares, lo que no ocurre en ninguna parte del mundo.
Con su estridencia estos aditamentos parecen estar destinados a destrozar los nervios del más apacible transeúnte, niño o persona de la tercera edad.
El desorden se manifiesta en el insistente, constante e ininterrumpido accionar de bocinas y sirenas ante la inoperatividad de la policía y las autoridades municipales.
Se espera que la aplicación estricta del nuevo Reglamento de Tránsito, que contempla de manera específica estas irregularidades y sanciona con elevadas multas a los infractores, se termine definitivamente con el problema.
Conste que sólo es cuestión de educación, sentido común y proyección a los demás.
En las grandes metrópolis como Tokio, Japón, con un elevadísimo índice de circulación vehicular, la luz del semáforo se respeta a rajatabla, aún sin la presencia de la policía.
Y, en lo que podría parecer inaudito. No se escucha una sola bocina. Si se presenta una congestión vehicular, todos esperan, sin alterarse en lo más mínimo.
Fatalmente, eso es lo que marca la diferencia entre una cultura y otra. Y estamos hablando de una potencia mundial.
Pero no es para desilusionarse. Todo depende de nosotros. ¿Por qué no podemos seguir su ejemplo…?
Recordemos la máxima del filósofo griego que dice: “Imita a los buenos y serás uno de ellos…”
Empecemos por ver como se comportan los choferes y peatones de los países desarrollados y aprovechemos lo mejor de lo observado.
Aún estamos a tiempo. Nunca es tarde para empezar…
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