Sugerente escena donde se observa arrojar agua con manguera de un vehículo a otro...
Existe un grato episodio que forma
parte de la historia olvidada de Trujillo. La desaparición de sus
protagonistas, lo sepultó en el tiempo.
Momentos que transcurrieron cuando
el autor de esta nota era niño aún y permanecieron escondidos en algún recóndito
rincón de la memoria.
Hace unos días fueron refrescados y
adquirieron presencia cuando nos encontramos con entrañables amigos de aquel
entonces.
Ocurrió en la cuadra cinco de la
avenida España al coincidir con Gumercindo Cuadra Cacho, su hijo Carlos Alberto
y su sobrino Juan Cherres Gallardo.
Recordamos con “Gume” a inolvidables
personajes de mediados del siglo pasado que conocimos en el triángulo que
comprende las dos primeras cuadras de Diego de Almagro y Zepita.
Como el caso del “Negro” Honores,
quien manejaba camión, carrocería de madera, llevando el rótulo “Chiva piano va
lontano”, en italiano, cuya traducción es “Quien va despacio llega lejos”
Moreno. Alto, cerca de metro
noventa, gozaba mostrando su fortaleza física al cargar con los dientes un saco
de harina de una vereda a otra.
Quedábamos impresionados al verlo
completamente solo, sin ayuda alguna, alzar una llanta inflada de camón a la
carrocería de un vehículo.
Por esa razón, los amigos del barrio
lo animaron a participar en el torneo boxístico Guantes de Oro, que organizaba
el diario La Industria. Terminó descalificado en el primer round por golpear
con las rodillas al rival.
Evocamos con enternecedora nostalgia
el carnaval de Trujillo que duraba cuatro días y los tradicionales bailes en el
Club Central, Club Libertad, la SUE (Sociedad
Unión de Empleados), el Club de Tiro y la ACIT
Eran fiestas de gala donde las chicas
asistían, acompañadas de sus padres,
luciendo máscaras, guantes y chisguetes “Amor de Pierrot” o “Amor de Colombina”
y los varones con riguroso terno.
El domingo por la tarde se bailaba
alrededor del Palo Cilulo y partía el corso carnavalesco con atractivas reinas
en vistosos carros alegóricos. En su recorrido por la plaza de Armas la gente
les lanzaba serpentinas.
“Ño Carnavalón”, el mitológico y gigantesco
personaje que cerraba la caravana, vivía en el callejón Zepita y se llamaba
Andrés Gallardo Cuadra.
Era muy corpulento. Lo veíamos
vestirse con la ayuda de los vecinos y colocarse su enorme cabeza con la que
observaba a través de la abertura de la boca.
Por su original representación y
buen carácter don Andrés, que era una persona mayor de edad, se convirtió en el
ídolo de los chiquillos del barrio.
Con el tiempo, el gobierno prohibió
los carnavales debido a los excesos enterrando en el olvido aquella magia que
hizo volar nuestra inocente e infantil imaginación y jamás volverá.
El dispositivo se llevó consigo a
“Ño Carnavalón” quien nunca se cansó de contar coloridas y vistosas
experiencias hasta el último de sus días…
No hay comentarios:
Publicar un comentario