José Murgia emocionó a los asistentes en el homenaje que le hicieron por su cumpleaños...
Ambas naves de la Catedral de
Trujillo presentaban personas de pie porque
la totalidad de las bancas estaban ocupadas, mientras un coro de voces
femeninas entonaba melodías celestiales.
Fue el instante que el arzobispo
Manuel Cabrejos Vidarte derramó la bendición, en nombre del Papa Francisco, a
José Murgia Zannier el día de su onomástico dando por terminado el oficio
religioso en su homenaje.
Enseguida se formó una interminable
fila conformada por autoridades, funcionarios y amigos en la puerta principal
del templo para expresarle su afectuoso saludo.
Más tarde, en el Mochica, previo al
tradicional desayuno, varios asistentes destacaron la trayectoria política y
calidad humana del ex alcalde de Trujillo y ex presidente regional de La
Libertad.
A su turno, Amelia Calderón de
Ferrer, pujante regidora durante su primera gestión municipal, contagiada tal
vez por las anécdotas que publicó PRENSA VIRTUAL TRUJILLO la semana pasada, empezó contando
una.
-- Me disponía ingresar al palacio
municipal y encontré a dos humildes señoras que pugnaban por entrar.
-- ¿Por qué no pasan…?, les pregunté.
-- Porque no tenemos cita,
contestaron al unísono.
Y agregaron: Todos los meses venimos para que
el ingeniero Murgia nos dé nuestra cuota para hacernos la quimioterapia…
-- Casi se me rompe el corazón, refirió
Amelia, así que no tuve más que ordenar que las dejaran ingresar.
Complementó diciendo: Ese
es Pepe Murgia. Es el hombre inédito…
-- Él, es de aquellos pocos que
nacieron para ayudar al prójimo, al hermano, hasta caer rendido.
-- Has sido un triunfador. Gracias Pepe en
nombre de Trujillo… sentenció.
Raúl Lozano Ibáñez, rector de la
UPAO, ex diputado y ex alcalde de El Porvenir, tuvo a su cargo las palabras de
ofrecimiento.
Recordó que, durante la alcaldía de
Jorge Torres Vallejo, tuvo a Murgia como teniente alcalde. Era alto, delgado, colorado y
bien parecido…, señaló.
-- Cierto día que se inauguraba una pequeña
obra en El Porvenir, al término de la ceremonia los asistentes improvisaron una
fiesta.
--
Pusieron huaynos, dijo, y la
gente empezó a danzar.
-- Una dama me sacó al centro,
cuenta Lozano, y yo, como buen machino, empecé a moverme.
-- De repente el público,
dirigiéndose a Pepe, comenzó a gritar: ¡Que baile el “alcalde” de Trujillo…! ¡Que
baile el “alcalde” de Trujillo…!
-- Cuando lo invitan a bailar Murgia,
sorprendido, se dirige a mí, relata Raúl:
-- Oye. ¿Y ahora qué hago…?
-- Sal no más y mira cómo me muevo yo,
contestó Lozano.
-
- Con ese aire de inocencia que lo
caracteriza, el teniente alcalde comenzó a zapatear a su manera y así se
mantuvo hasta el final ante el aplauso general… concluyó.
El educador prosiguió indicando que
Murgia se distingue por identificarse con los demás. Por su gran proyección
social
Contó que, en otra oportunidad, un
trabajador cometió una falta y debía ser sancionado.
Solicitaron la opinión del alcalde
quien declaró:
-- Miren este muchacho tiene familia que al
final va a ser la perjudicada. A lo mejor se equivocó. Hay que investigar bien sobre
su grado de responsabilidad.
Incómodo y frunciendo el seño,, Lozano
alcanzó a decirle:
-- Pepe, ¿Por qué mejor no has sido
sacerdote…?
-- Es que todos son buenos para él.
Todos poseen cualidades. Ese es el
hombre que conocemos. Sencillo, humilde, solidario, agregó.
-- Basta que se entere que hay una
persona que carece de dinero para operarse y allí está.
-- Siempre tiene un sobre para aliviar
su dolor. Muchas veces sin que nadie lo sepa.
-- Por esas nobles cualidades es que
hemos aprendido a admirarlo. A tratar de seguirlo e imitarlo.
Al finalizar, emocionado, pronunció
estas elogiosas palabras que dejaron una profunda reflexión en el auditorio.
--
Un abrazo y un brindis a tu salud Pepe. Trujillo ha escrito parte de su
historia con tu vida…
Hasta que llegó el momento del
agasajado. Aplausos y más aplausos. Los asistentes se pusieron de pie, mientras
Pepe agradecía con una mano en alto.
Y, de una vez por todas, para
despejar las dudas, respondió la más insistente pregunta que soportó en los
últimos meses: ¿Qué hará cuando no sea autoridad…?
-- ¡Limpiar mi casa…!, expresó
sonriendo y sin inmutarse. Claro que esa frase significa mucho más. Como
arreglar las cosas pendientes y hacer lo que siempre se dejó en el camino.
-- Tengo libros, la mayoría dedicados, que
se los entregaré a alguna biblioteca y treinta cajas con papeles que iré
leyendo.
-- También habrá un sitiecito por ahí para
entretenerme en el ambiente de la familia.
-- Por si acaso, no soy rígido. Si alguien
llega a mi casa para pedirme información, no se la voy a negar.
Se disponía entregar el micro cuando
trajo a la memoria uno de los últimos pasajes que tuvo con los hombres de
prensa y procedió a revelarlo:
-- Entre un grupo de periodistas que
me asediaban, una jovencita me lanzó en primera esta interrogante:
-- Ingeniero, en año nuevo, usted que está
solo. ¿Por quién va a hacer el brindis…?
-- Sin pensar un segundo contesté: “¡Por
la vida…!”
-- ¡Muchas gracias…! ¡Muchas gracias…!
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