Iglesia principal de Otuzco, ciudad de la sierra liberteña, escenario de una original anécdota familiar...
La ciudad de Otuzco es la capital de la provincia del mismo nombre y constituye una de las doce que conforman el departamento de La Libertad, en la zona norte del Perú.
Está ubicada en la zona interandina a 2,620 metros sobre el nivel del mar y a una distancia de noventa y cinco kilómetros de Trujillo.
Es famosa por la celebración de la fiesta en homenaje a la venerada y milagrosa Virgen de la Puerta, que se conmemora el 15 de diciembre de todos los años.
Cierta ocasión, cuando nuestros hijos estaban aún pequeños, decidimos viajar acompañados mi esposa a esa localidad.
Por primera vez la familia completa se trasladaba a esa población que nos pareció muy atractivo y pintoresco.
Hasta ahora recordamos el viento frío que daba la impresión de golpearnos el rostro en horas de la tarde, muy diferente al que suele soplar en la costa.
Después de rezar una oración ante la patrona del lugar, pasear por la plaza de armas y recorrer los alrededores, acudimos a las inmediaciones del mercado de abastos.
Adquirimos algunas frutas y, cuando nos disponíamos regresar al hotel, mi esposa se detuvo ante una vendedora de tunas.
Tenía muy pocas así que pensando en ayudarla, le ofreció comprárselas todas. Después de todo, si nos sobraban, podríamos traer algunas a casa.
Sin embargo, cuando pensábamos que la comerciante iba a aceptar la propuesta para retornar de inmediato a su hogar, respondió.
-- Pero, si usted se las lleva todas, después que voy a vender… (?)
Está ubicada en la zona interandina a 2,620 metros sobre el nivel del mar y a una distancia de noventa y cinco kilómetros de Trujillo.
Es famosa por la celebración de la fiesta en homenaje a la venerada y milagrosa Virgen de la Puerta, que se conmemora el 15 de diciembre de todos los años.
Cierta ocasión, cuando nuestros hijos estaban aún pequeños, decidimos viajar acompañados mi esposa a esa localidad.
Por primera vez la familia completa se trasladaba a esa población que nos pareció muy atractivo y pintoresco.
Hasta ahora recordamos el viento frío que daba la impresión de golpearnos el rostro en horas de la tarde, muy diferente al que suele soplar en la costa.
Después de rezar una oración ante la patrona del lugar, pasear por la plaza de armas y recorrer los alrededores, acudimos a las inmediaciones del mercado de abastos.
Adquirimos algunas frutas y, cuando nos disponíamos regresar al hotel, mi esposa se detuvo ante una vendedora de tunas.
Tenía muy pocas así que pensando en ayudarla, le ofreció comprárselas todas. Después de todo, si nos sobraban, podríamos traer algunas a casa.
Sin embargo, cuando pensábamos que la comerciante iba a aceptar la propuesta para retornar de inmediato a su hogar, respondió.
-- Pero, si usted se las lleva todas, después que voy a vender… (?)
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