Parlamento peruano vacío. Ninguno de sus integrantes acudió esta semana. Todos salieron al interior para recuperar el prestigio perdido...
La sede del Parlamento peruano permanece desierto estos días. Vacío, ninguno de los representantes ocupa sus escaños.
Esta semana, no hay actividad alguna. No se reúne el pleno. No sesionan las numerosas comisiones de trabajo.
Ninguna propuesta, ni debate, mucho menos discusiones insustanciales como las que nos tiene acostumbrados.
Tampoco hay denuncias en torno al nefasto comportamiento de algunos de sus integrantes, causa principal del inocultable rechazo de la colectividad.
El local principal del poder Legislativo no alberga a sus cuestionados personajes. No hay nadie. El panel electrónico está apagado. No anuncia nada. Todo es silencio.
Según el nuevo reglamento del Congreso, modificado exprofesamente, debe acatarse el mandato imperativo de supervisar las obras de los gobiernos regionales y municipales en sus respectivas jurisdicciones.
Cumplen la función de inspectores según las disposiciones administrativas. Muchos, sin mayor conocimiento, ni preparación técnica en la evaluación de proyectos.
Y conste que esta tarea tampoco se realiza a plenitud, pues algunas bancadas se resisten acatar aquello que ellos mismos han acordado.
La paralización de actividades en el Congreso fue acordada en un desesperado afán de limpiar su alicaída imagen y disminuir el alto nivel de descrédito ciudadano que registra.
Sin embargo, la labor de improvisados supervisores, no logrará hacer olvidar los escándalos cometidos, muchos de los cuales rayan en lo ridículo.
Lo que en verdad necesitan es demostrar el compromiso de trabajar honestamente por el país,. Identificarse con sus problemas y encontrar los mejors canales de solución.
Actuar con rectitud y sentido ético. Especialmente, despojarse de las ambiciones económicas, que según el criterio de la opinión pública, parece ser lo único que les interesa.
Reconocer que, con mucho menos de lo que ganan, ustedes y su familia pueden vivir con holgura y sin mayores sobresaltos.
Háganse una autocrítica. Sean conscientes de sus posibilidades y limitaciones. Acepten la idea que, necesariamente, no tienen por qué aspirar a una reelección
Lo cierto es que las gruesas bancas barnizadas del Parlamento están desocupadas, libres de planteamientos, gritos y, a veces, insultos.
Ninguna representación política está presente. No se aprobó, ni rechazó nada. Y todo sigue igual.
A lo mejor, lo más conveniente sería que laboren y ganen sólo por tres de las cuatro semanas que tiene el mes. ¿Usted que opina…?
La sede del Parlamento peruano permanece desierto estos días. Vacío, ninguno de los representantes ocupa sus escaños.
Esta semana, no hay actividad alguna. No se reúne el pleno. No sesionan las numerosas comisiones de trabajo.
Ninguna propuesta, ni debate, mucho menos discusiones insustanciales como las que nos tiene acostumbrados.
Tampoco hay denuncias en torno al nefasto comportamiento de algunos de sus integrantes, causa principal del inocultable rechazo de la colectividad.
El local principal del poder Legislativo no alberga a sus cuestionados personajes. No hay nadie. El panel electrónico está apagado. No anuncia nada. Todo es silencio.
Según el nuevo reglamento del Congreso, modificado exprofesamente, debe acatarse el mandato imperativo de supervisar las obras de los gobiernos regionales y municipales en sus respectivas jurisdicciones.
Cumplen la función de inspectores según las disposiciones administrativas. Muchos, sin mayor conocimiento, ni preparación técnica en la evaluación de proyectos.
Y conste que esta tarea tampoco se realiza a plenitud, pues algunas bancadas se resisten acatar aquello que ellos mismos han acordado.
La paralización de actividades en el Congreso fue acordada en un desesperado afán de limpiar su alicaída imagen y disminuir el alto nivel de descrédito ciudadano que registra.
Sin embargo, la labor de improvisados supervisores, no logrará hacer olvidar los escándalos cometidos, muchos de los cuales rayan en lo ridículo.
Lo que en verdad necesitan es demostrar el compromiso de trabajar honestamente por el país,. Identificarse con sus problemas y encontrar los mejors canales de solución.
Actuar con rectitud y sentido ético. Especialmente, despojarse de las ambiciones económicas, que según el criterio de la opinión pública, parece ser lo único que les interesa.
Reconocer que, con mucho menos de lo que ganan, ustedes y su familia pueden vivir con holgura y sin mayores sobresaltos.
Háganse una autocrítica. Sean conscientes de sus posibilidades y limitaciones. Acepten la idea que, necesariamente, no tienen por qué aspirar a una reelección
Lo cierto es que las gruesas bancas barnizadas del Parlamento están desocupadas, libres de planteamientos, gritos y, a veces, insultos.
Ninguna representación política está presente. No se aprobó, ni rechazó nada. Y todo sigue igual.
A lo mejor, lo más conveniente sería que laboren y ganen sólo por tres de las cuatro semanas que tiene el mes. ¿Usted que opina…?
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