jueves, 5 de diciembre de 2013

MANDELA: ¡LA NOBLEZA DEL PERDÓN…!



Nelson Mandela estuvo veintisiete años en prisión y perdonó a quien lo condenó...

Tenía casi un siglo de vida. Si vida pudo llamarse su trajinada existencia. Alternada por pequeños instantes de tranquilidad y años de pesadumbre.
             
Su nombre: Nelson Mandela. Un negro sudafricano que desde su juventud aprendió a reclamar por lo que era justo.
             
Por eso fue expulsado de la universidad donde estudiaba y de donde salió con la frente en alto. Como lo hacen los hombres de bien.
             
De retorno a su tierra, se dedicó a luchar por la paz y la igualdad entre todas las razas. En especial, entre negros y blancos.
           
Viviendo en un país compartido por razas antagonistas, cada vez que la ocasión se lo permitía, hablaba contra la explotación de la gente de color.
            
Sufrió persecuciones, pero no faltaba la oportunidad de exponer sus valiosos puntos de vista en improvisados discursos.
            
Hasta que fue llevado a los tribunales de justicia acusado de “planear sabotajes contra el gobierno de la nación blanca de Sudáfrica”.
             
La condena fue implacable: cadena perpetua.
             
El propósito era silenciar para siempre su voz y su recuerdo. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario.
             
Fue recluido en una celda de dos metros por dos metros y medio. Con una colchoneta para descansar y un balde para hacer sus necesidades.
             
Aún peor. Solo podía recibir una visita o una carta cada medio año. Casi una muerte en vida.
             
Pero Mandela no se rindió. Mucho menos, perdió la esperanza de salir  libre algún día.
             
Las sombras de la cárcel endurecieron su carácter y fortalecieron sus ideas de igualdad entre los seres humanos.
             
En las lúgubres paredes de su estrecho cuarto acuñó el pensamiento que “el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre uno mismo…”.
            
¡Qué grandeza de espíritu…! ¡Qué profundo significado…! Según sus palabras: ¿Podemos calificarnos realmente de valientes…?
            
Tuvieron que transcurrir veintisiete largos años. Más de una cuarto de siglo, para que volviera a ver la radiante luz del Sol.
             
Pasaron unos cuantos meses y fue elegido presidente del país por el que luchó. Fue el primer gobernante negro de Sudáfrica.
             
Y mostrando el lado más elevado de su noble espíritu, convocó al juez que lo condenó de por vida. Frente a él, sonriente, le estrechó la mano y lo perdonó.
             
Ese negro larguirucho. De suave sonrisa y tez arrugada por el tiempo. Uno de los hombres más trascedentes del siglo pasado, se nos fue ayer. Para siempre…         

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