El presidente chino recibe su comida de bollos al vapor luego de formar la cola como todos...
El comportamiento común de los
ciudadanos que son elegidos para ejercer un cargo público es que se distancian
de su pueblo.
Una verdadera contradicción. Cuando
lo ideal sería que se acerquen mucho más a las masas. A quienes, con su voto,
los pusieron en el cargo.
Además, es la única manera de estar
enterados de sus necesidades, problemas y hasta sus aspiraciones.
Aquí se elige a una autoridad y
contrata a un equipo de seguridad. Adquiere un vehículo último modelo con lunas
polarizadas para no ser visto.
Y evita caminar por la calle. Sin
darse cuenta, tal vez, que se aparta de quienes lo eligieron.
Evita acudir a lugares públicos. No
camina. Mucho menos utiliza los servicios que emplean las mayorías..
No va al mercado. Aunque sea para
ver cómo funciona o enterarse del valor de las cosas. Tampoco sube a una unidad
de transporte público.
Por eso, cuando en cierta ocasión se
le preguntó a un congresista sobre el precio del kilo de arroz, no sabía dónde
meterse. Salió desaprobado.
Ponemos estos ejemplos, tomados de
nuestra realidad, para referirnos a la escena protagonizada por el presidente
de China el fin de semana pasado.
Xi Junping, que es su nombre, saló a
recorrer las calles y avenidas de Beijing, la capital de gigante asiático.
Sonriente, contestaba el saludo de
las personas que pasaban cerca o se cruzaban en su camino.
De repente constató que era la hora
de almorzar y decidió hacerlo.
Ubicó un restaurante de autoservicio
que existía en las inmediaciones y se dirigió a él.
Como era hora punta, el local estaba
repleto de clientes. Entonces procedió como lo haría cualquier persona
civilizada.
Se colocó al último de la larga fila
y, paciente, conversando con los de la cola, esperó su turno en orden. Para ser
atendido igual que el resto.
Al llegar, escogió un tradicional y
muy popular plato oriental de bollos al vapor cocidos en esterillas de bambú. Pagó
3.46 dólares, menos de diez soles.
La multitud que seguía con respeto cada
uno de sus actos quedó sorprendida por
su sencillez. Se rindió ante esa actitud y prorrumpió en aplausos.
Jinping puso en práctica aquello que
siempre invoca a sus funcionarios. El
civismo. Abandonar las posturas y llegar a la gente.
Desde que alcanzó el poder, Xi
demuestra con humildad que el cargo no lo ha cambiado en absoluto y hace lo
posible por acercase cada vez más a su pueblo…
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