viernes, 3 de agosto de 2012

MARILYN MONROE: ¡LA INOLVIDABLE DIOSA DE LA SENSUALIDAD…!

La exuberante Marilyn Monroe trata de bajarse la falda levantada por el aire como pretexto para exhibir sus tentadoras piernas. La rubia murió hace medio siglo...


Corría la segunda parte de la década del cincuenta. Éramos un grupo de jóvenes quinceañeros, con toda la efervescencia de esa añorada y difícil edad.


Solíamos reunirnos en las inmediaciones del antiguo restaurante La Cabaña, en la esquina de Almagro y Zepita, a solo dos cuadras de la plaza de Armas de Trujillo.


Casi todos los días, al promediar las seis de la tarde, nos dirigíamos al cine Libertad, cruzando la plazuela Raymondi, en la avenida Carrión.


En los exteriores, nos solazábamos observando al ya veterano Carlos Smith Lund, propietario de la sala, plasmar con distintos colores a pincel sobre enormes paneles, la cartelera cinematográfica.


La propaganda se complementaba con las fotos de los principales protagonistas y las escenas de las películas de estreno.


Así conocimos a Marylin Monroe, considerada en aquel entonces como la “Bomba Rubia” por su extraordinaria belleza y escultural anatomía.


Como no podíamos entrar al cine, por ser menores de edad, nos deleitábamos con su hermosura recortando su imagen de los periódicos y revistas de la época para colocarla en las pasta de los cuadernos de clase.


Uno de esos cálidos atardeceres de verano, nos enteramos del estreno del su último filme “La comezón del sétimo año”.


Ese día, quedamos pasmados viendo el afiche que el señor Smith había puesto en la pasarela donde la diva, tratando de bajarse la falda levantada por el aire de una alcantarilla, exhibía sus tentadoras piernas


Esta vez es la vencida, dijimos. Tenemos que entrar a verla en pantalla Panorámica. Vestimos las casacas y chompas de los hermanos mayores y formamos la fila para adquirir entradas en la función de vermouth.


Sin poder ocultar el nerviosismo, tratamos de evitar a los adultos que estaban cerca y sonreían al vernos. Pero, no decían nada. Eso nos favorecía.


Deteniendo la respiración y tratando de hablar con voz gruesa, cada uno compró su tique. Sorteamos con éxito la primera etapa de nuestra osadía.


Ahora había que formar la fila de ingreso. Allí estaba el boletero y un policía gordo que no logramos engañar. Nos detuvo y mandó a casa.


Frustrados, perdiendo el dinero de las entradas, tuvimos que contentarnos solo con admirarla en las fotos de los útiles escolares.


Ya éramos jóvenes, cuando el 5 de agosto de 1962, hace medio siglo, nos enteramos que, la diosa de la sensualidad, había muerto.


Marilyn partió y nos dejó esta graciosa anécdota gestada por su deslumbrante atractivo que se quedó con nosotros para siempre…

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