lunes, 2 de julio de 2012

¡LA CORTESÍA QUE SE PERDIÓ CON EL TIEMPO…!

Carátula del tradicional Manual de Carreño sobre las normas de cortesía que hoy están casi olvidadas...


“La cortesía que debe presidir nuestras
acciones se fundamenta en el respeto
y comprensión hacia todos…”
(Confucio)

Con frecuencia se dice que el tiempo es una de las circunstancias que una vez que pasa, no vuelve más.

Y es cierto. Tan cierto que, en ocasiones, se lleva consigo aspectos propios de los seres humanos que nunca debieron perderse.

Como ocurre con las buenas costumbres que caracterizaron y fueron indispensables en la sociedad hace algunas décadas. Incluso circulaban libros al respecto, no obstante, ahora están casi olvidadas.

Una de ellas es el saludo. Esa sana y provechosa expresión propia del primer contacto diario, al ingresar a un lugar o al encontrarse con una persona mayor.

Usted va por la calle. Alguien que pasa a su lado le dirige la palabra preguntándole la hora.

Mira su reloj y procede a informarle. El interesado escucha y continúa sin decir absolutamente nada. Omitió agradecer.

En otro momento, usted se traslada por la vereda con toda normalidad. De repente aparece un sujeto que le da un empujón.

Lo observa sorprendido. El causante voltea, lo queda mirando. Pero, no pronuncia una sola palabra. Es incapaz de pedir disculpas.

Sigue avanzando y al frente aparece un muchacho que se inclina en forma exagerada al costado de la pared. No tiene la menor intención de cederles la acera a los mayores.

Esa costumbre, como la de ofrecer el asiento a los adultos, las mujeres en estado de gestación o inválidos en los vehículos de transporte público, ya casi no existe.

En todos los casos a la mayoría de personas, sin mayor explicación, se les hace muy difícil cumplir con las reglas de cortesía.

Antes era una norma de conducta individual. Un motivo de distinción y orgullo. Los padres aconsejaban con frecuencia sobre ese principio básico de las relaciones sociales.

Sin embargo, ser cortés es muy fácil. Solo es cuestión de decidirse. Además, es una oportunidad para demostrar nuestra educación y consideración hacia quienes nos rodean.

Todos podemos serlo. No se necesita dinero para ello. Solo se exige alta dosis de generosidad y mucha nobleza…




























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