Pleno centro de Trujillo ayer. Hay orden y todos caminan con tranqulidad. Es la ciudad que todos deseamos...
Trujillo fue ayer, sólo por un día, la ciudad deseada por todos.
Los taxis, micros y combis, los elementos más contaminantes de nuestro medio, no circularon durante veinticuatro horas.
No interesa saber por qué protestaron. A sus conductores tampoco les importa nuestra seguridad, tranquilidad, comodidad y paz.
Lo importante es que no circularon por calles y avenidas de nuestra urbe y la libraron del caos y los grandes problemas que ocasionan.
Como nunca, las personas que se animaron a caminar lo hicieron con la calma que quisieran siempre.
No se escucharon bocinas, ni sirenas, que no se explica por qué razón, las autoridades municipales y policiales no ordenan su eliminación o imponen multas.
La ciudad lució, ante un brillante sol que nos acompañó todo el día, despejada por completo. Sin el olor del anhídrido carbónico que arrojan los vehículos viejos.
La gente se movilizó con amplia libertad por todas partes. Sin tener que estar a la defensiva ante el carro que arremete burlando la luz roja del semáforo, cuyo piloto intenta ganar al compañero.
Los ciudadanos se movilizaron con suma serenidad y sosiego. Totalmente desestresados.
Trujillo parecía otra ciudad. Tal vez, la de hace algunos años atrás, cuando tenía el número adecuado de vehículos de servicio público, no la exagerada proliferación que congestiona el centro cada día,
Fuera de la avenida España, el panorama fue similar. No se vio el incesante pulular de los micros y combis que conducen a los distritos aledaños.
Ellos también ponen lo suyo para que, quienes visiten Trujillo, se lleven la peor impresión de esta tierra. Aún, sin merecerlo.
En ninguna población como la nuestra existe tal cantidad de automotores antiguos, destartalados y malolientes.
No hay disculpa para que, hasta ahora, se permita esta situación en que, la peor parte, se la lleva el usuario.
Es oportuno recordar que el desorden vehicular ha causado numerosas colisiones y accidentes, con pérdidas lamentables.
Esperamos que la ciudad apacible, ordenada, sin smog, ni ruidos molestos que vimos ayer, y a la que todos aspiramos, sea una realidad en un futuro cercano.
Las autoridades, que han sido elegidas por nosotros y puntualmente nos cobran los impuestos, tienen la palabra.
Trujillo fue ayer, sólo por un día, la ciudad deseada por todos.
Los taxis, micros y combis, los elementos más contaminantes de nuestro medio, no circularon durante veinticuatro horas.
No interesa saber por qué protestaron. A sus conductores tampoco les importa nuestra seguridad, tranquilidad, comodidad y paz.
Lo importante es que no circularon por calles y avenidas de nuestra urbe y la libraron del caos y los grandes problemas que ocasionan.
Como nunca, las personas que se animaron a caminar lo hicieron con la calma que quisieran siempre.
No se escucharon bocinas, ni sirenas, que no se explica por qué razón, las autoridades municipales y policiales no ordenan su eliminación o imponen multas.
La ciudad lució, ante un brillante sol que nos acompañó todo el día, despejada por completo. Sin el olor del anhídrido carbónico que arrojan los vehículos viejos.
La gente se movilizó con amplia libertad por todas partes. Sin tener que estar a la defensiva ante el carro que arremete burlando la luz roja del semáforo, cuyo piloto intenta ganar al compañero.
Los ciudadanos se movilizaron con suma serenidad y sosiego. Totalmente desestresados.
Trujillo parecía otra ciudad. Tal vez, la de hace algunos años atrás, cuando tenía el número adecuado de vehículos de servicio público, no la exagerada proliferación que congestiona el centro cada día,
Fuera de la avenida España, el panorama fue similar. No se vio el incesante pulular de los micros y combis que conducen a los distritos aledaños.
Ellos también ponen lo suyo para que, quienes visiten Trujillo, se lleven la peor impresión de esta tierra. Aún, sin merecerlo.
En ninguna población como la nuestra existe tal cantidad de automotores antiguos, destartalados y malolientes.
No hay disculpa para que, hasta ahora, se permita esta situación en que, la peor parte, se la lleva el usuario.
Es oportuno recordar que el desorden vehicular ha causado numerosas colisiones y accidentes, con pérdidas lamentables.
Esperamos que la ciudad apacible, ordenada, sin smog, ni ruidos molestos que vimos ayer, y a la que todos aspiramos, sea una realidad en un futuro cercano.
Las autoridades, que han sido elegidas por nosotros y puntualmente nos cobran los impuestos, tienen la palabra.
Mientras tanto, quedará en la retina de quienes fuimos al centro cívico, la imagen de la ciudad anhelada por todos...
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