Galván gritando, a todo pulmón, un gol. En insólita actitud, pidió permiso al juez para acudir al baño en pleno partido... (RPP)
Que el cuerpo humano es la máquina más maravillosa de la creación, es una afirmación conocida y aprobada por el mundo entero.
Como tal, tenemos que alimentarnos, beber, vestirnos y tener un lugar donde dormir, con la única finalidad de protegernos.
Simultáneamente a esas exigencias vitales existen una serie de necesidades orgánicas que debemos cumplir para desprendernos de aquello que no cumple ninguna función.
Por eso es conveniente acudir al baño para miccionar o defecar.
Esos requerimientos naturales son controlados a voluntad por el hombre durante casi toda su existencia.
La excepción radica tanto en la primera infancia como en la senectud en que, en algunas ocasiones, se pierde esa disposición fisiológica.
Por eso, cuando recién ingresamos al nido o jardín, es frecuente el pedido de los compañeros a la profesora solicitando permiso para acudir a los servicios higiénicos.
Sin embargo, cuando se adquiere la mayoría de edad, cada persona distribuye su tiempo y aprovecha las horas de descanso para cumplir con los requerimientos su organismo.
Recuerdo claramente que, cuando jugábamos fulbito con los vecinos de la urbanización Las Quintanas de Trujillo, acudíamos al baño antes de empezar un partido.
Parece que todo esto olvidó el defensa argentino Carlos Galván cuando su equipo Universitario de Deportes, salió al gramado del Monumental de Ate, Lima, la noche del sábado último. O, en verdad, tuvo una emergencia.
Enfrentaban al Sport Boys y a los 68 minutos de juego ganaban por un gol a cero, cuando hubo una falta cometida dentro del área rival y se cobró penal.
En instantes que uno de sus compañeros se disponía a disparar, el “Negro”, como lo llaman sus amigos, se acercó casi suplicante ante réferi para hablarle.
-- Señor, le dijo, déme permiso para ir al baño, por favor.
El árbitro accedió y el jugador salió corriendo. Tal vez más rápido que cuando acude tras la pelota o se desplaza para alcanzar a un adversario que amenaza su área.
La sorpresa fue para el público. ¿Habrá sido expulsado…? Se preguntaban algunos.
El gol fue convertido y cuando todos festejaban, Galván regresó al campo dibujando en su rostro satisfacción plena.
-- Necesitaba con urgencia ir al baño, por eso salí corriendo, alcanzó a decir.
Pero hay algo que no se sabrá jamás. Si lo hizo porque alguna comida le cayó mal o porque, en realidad, tenía la vejiga excesivamente llena…
Que el cuerpo humano es la máquina más maravillosa de la creación, es una afirmación conocida y aprobada por el mundo entero.
Como tal, tenemos que alimentarnos, beber, vestirnos y tener un lugar donde dormir, con la única finalidad de protegernos.
Simultáneamente a esas exigencias vitales existen una serie de necesidades orgánicas que debemos cumplir para desprendernos de aquello que no cumple ninguna función.
Por eso es conveniente acudir al baño para miccionar o defecar.
Esos requerimientos naturales son controlados a voluntad por el hombre durante casi toda su existencia.
La excepción radica tanto en la primera infancia como en la senectud en que, en algunas ocasiones, se pierde esa disposición fisiológica.
Por eso, cuando recién ingresamos al nido o jardín, es frecuente el pedido de los compañeros a la profesora solicitando permiso para acudir a los servicios higiénicos.
Sin embargo, cuando se adquiere la mayoría de edad, cada persona distribuye su tiempo y aprovecha las horas de descanso para cumplir con los requerimientos su organismo.
Recuerdo claramente que, cuando jugábamos fulbito con los vecinos de la urbanización Las Quintanas de Trujillo, acudíamos al baño antes de empezar un partido.
Parece que todo esto olvidó el defensa argentino Carlos Galván cuando su equipo Universitario de Deportes, salió al gramado del Monumental de Ate, Lima, la noche del sábado último. O, en verdad, tuvo una emergencia.
Enfrentaban al Sport Boys y a los 68 minutos de juego ganaban por un gol a cero, cuando hubo una falta cometida dentro del área rival y se cobró penal.
En instantes que uno de sus compañeros se disponía a disparar, el “Negro”, como lo llaman sus amigos, se acercó casi suplicante ante réferi para hablarle.
-- Señor, le dijo, déme permiso para ir al baño, por favor.
El árbitro accedió y el jugador salió corriendo. Tal vez más rápido que cuando acude tras la pelota o se desplaza para alcanzar a un adversario que amenaza su área.
La sorpresa fue para el público. ¿Habrá sido expulsado…? Se preguntaban algunos.
El gol fue convertido y cuando todos festejaban, Galván regresó al campo dibujando en su rostro satisfacción plena.
-- Necesitaba con urgencia ir al baño, por eso salí corriendo, alcanzó a decir.
Pero hay algo que no se sabrá jamás. Si lo hizo porque alguna comida le cayó mal o porque, en realidad, tenía la vejiga excesivamente llena…
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