Incomodidad. Molestia. Sinsabor. Reclamo. Todos esos sentimientos saltan a la mente al tratar un caso que, si es verdad, merece la más drástica sanción.
Un congresista peruano realizó dieciséis viajes al extranjero, ausentándose del Parlamento durante doscientos diez días, casi siete meses, en menos de cuatro años.
Según los datos extraídos del registro migratorio, el periplo se efectuó entre octubre del 2006 y mayo último. Tuvo como destinos Chile, Colombia, Bolivia, Italia y Holanda.
La duración de los mismos varía entre los siete y veinte y tres días consecutivos.
Actualmente se investiga si los pasajes y viáticos de los viajes al exterior fueron pagados por el legislativo y si, en realidad, tenían carácter oficial.
Igualmente sobre el responsable de firmar las autorizaciones y si el prolongado tiempo de inasistencia se le abonó su remuneración completa.
En todo caso, se trataría del caso motivado por una concesión irregular. Aunque sería oportuno averiguar la situación de otros legisladores.
La situación del implicado es grave si se tiene en cuenta que los parlamentarios están obligados a cumplir con una agenda de trabajo permanente.
La acusación incluye las ausencias al Congreso y al incumplimiento de funciones, además de los gastos innecesarios.
El implicado estuvo anteriormente comprometido en infracciones a la gestión por el mal uso de los vehículos oficiales y el empleo del personal congresal en labores domésticas.
Sin embargo, a pesar de haber transcurrido un considerable tiempo, no se ha informado sobre sanción alguna.
Este caso, como los anteriores, es tratado por la comisión de ética del Parlamento y se espera que, de comprobarse los hechos, se aplique el máximo castigo al culpable.
¡Basta de burlarse del pueblo peruano…!
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