Siempre se ha dicho que existe una gran diferencia entre la forma de ser de nosotros, los occidentales y los pueblos orientales.
Somos distintos en muchos aspectos. En nuestra forma de actuar, pensar y creer.
Ellos tienen otra educación, cultura y religión. Otro ser supremo o creador universal y, da la impresión, que eso influye mucho en la manera de comportarse en todo lugar.
Quedó demostrado por el joven deportista del Corea del Norte, Jong Tae-Se, en la antesala del partido contra Brasil, por la Copa del Mundo, que perdieron por dos a uno.
En el instante mismo que se ejecutaba el himno nacional de su país, se emocionó tanto, que no pudo contener las lágrimas.
Muy diferente a la reacción de los jugadores de otras naciones que, cuando se escucha su canción patria, no la entonan y se entretienen haciendo ejercicios o masticando chicle.
Otro ejemplo, captado en el mismo encuentro. Hubo una jugada cerca al área coreana. Un defensa puso la pierna fuerte, sin infracción, al brasileño Kaká, que se lanzó al piso y el árbitro cobró tiro libre.
Como era lógico, el player coreano, sabiendo que no había cometido falta alguna, protestó.
Sin embargo, gesticuló mirando hacia un costado. Fuera del alcance de la mirada del juez, pues podría haberle costado ganarse la tarjeta amarilla.
En nuestro medio, es común ver a los jugadores reclamar airadamente, a veces, faltando el respeto y terminan expulsados.
Es cierto. Somos diferentes…
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