Brasil posee uno de los mejores equipos de fútbol del mundo. Sus jugadores son muy hábiles y talentosos. Es candidato fijo al campeonato en Sudáfrica 2010, como lo fue en anteriores oportunidades.
En el segundo encuentro de su grupo enfrentó a Costa de Marfil y ganaba por uno a cero.
De repente, se produjo una jugada dentro del área rival protagonizada por un atacante carioca que ingresó raudo.
En un instante de inspiración, elevó el balón sobre la cabeza de un defensor y, cuando descendía, lo tocó con el brazo derecho.
Realizó idéntica maniobra sobre otro jugador y la acomodó con el antebrazo izquierdo antes de darle un fuerte puntapié. .
Acto seguido, disparó y convirtió el gol, poniendo a su equipo dos a cero.
La acostumbrada repetición televisada de la jugada demostró las faltas consecutivas que, en forma increíble, no sancionó el árbitro.
Al terminar el partido, el infractor reconoció su error y mencionó a Dios como su “ayudante”.
En un torneo similar de l986, un afamado player hizo lo mismo, permitiendo que su país saliera campeón.
Que pena que en un deporte tan popular, que congrega millones de aficionados y es practicado por otros millones de pequeños, ocurran estas equivocadas circunstancias.
Mentir, desobedecer, faltar a las reglas o no respetar a los demás es, lamentablemente, la premisa que se impone en la sociedad actual.
Si en la vida y en la política, existen personajes corruptos, ¿Cómo debemos calificar a los jugadores que cometen esta clase de irregularidades…?
Y lo que es más importante aún, ¿Qué explicación acerca de estas actitudes les daremos a los jóvenes que se ejercitan en este deporte o a los inocentes niños que recién se inician…?
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