jueves, 19 de noviembre de 2009

¡CONVIVIENDO CON EL HAMPA…!


Primera página del vespertino Satélite, que se edita en Trujillo. Señala en forma explícita que el trabajo de la policía se frusta por la acción de los jueces y fiscales...

No hace ni una semana que nos regocijamos de los importantes acuerdos adoptados en la asamblea pública para garantizar la seguridad ciudadana de Trujillo y alrededores.

Resurgía nuestra, casi perdida, esperanza de recuperar la tranquilidad de antaño a causa de una sucesión de hechos violentos producidos en el medio.

Por que no hay nada más agradable que vivir en un lugar de paz y sosiego, donde todos puedan circular por las calles con la confianza de regresarr sanos y salvos.

La visita del presidente del Congreso, el ministro de Interior y su reunión con altas autoridades locales, hicieron pensar que nuestra ciudad pronto volvería a ser la de antes.

Fatalmente, a los tres días se informó que el Ejecutivo aprobó liberar de los penales del país a los primeros dos mil reos quienes caminarán a lado de la gente utilizando brazaletes electrónicos.

Cinco millones de dólares, producto de los impuestos que cada día paga la población, serán destinados a adquirir dichos dispositivos.

La razón es muy simple: reducir el hacinamiento de las cárceles peruanas.

Resulta que el número de internos supera la capacidad de los setenta y nueve centros penitenciarios del país.

Como complemento, se reveló algo que es motivo de alarma y necesita una explicación de los entes responsables. De la totalidad de reclusos, el cincuenta y cinco por ciento no han sido sentenciados.

Y, como si fuera poco, la prensa local acaba de publicar que seiscientos ochenta y tres delincuentes salieron libres de la cárcel de Trujillo.

Total. ¿En qué quedamos…?

Más trabajo para la Policía Nacional, la Corte Superior de Justicia y el ministerio Público y mucho más inseguridad y temor en el seno de la indefensa ciudadanía.

A propósito, en un proceso electoral, unos ganan y otros pierden. Sin embargo, invetir dinero y festejar convocando a la población por una victoria en los comicios, carece de sustento.

Mucho mejor sería celebrar cuando se concreta una obra trascendente y mejor aún si se consiguiera derrotar a la delincuencia.

Por eso se considera fuera de todo contexto alegrarnos, cantar y bailar, cuando la violencia corroe paulatinamente los cimientos de la sociedad.

Ojalá algún día se reflexione en torno a estos hechos que distraen la atención de la gente, en momentos que es imprescindible unirnos contra el delito.

Mientras esto no ocurra, no nos queda más que aprender a convivir con el hampa, aunque eso signifique tener nuestras vidas pendiendo de un delgadísimo hilo…

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