La línea peatonal no existe para estos pilotos en Trujillo...
La última encuesta de Datum,
referida en especial a asuntos políticos, incluyó una interesante sección
relacionada a la práctica de los valores por los peruanos.
Constó de ocho preguntas directas vinculadas
al comportamiento cotidiano de cada uno de nosotros dentro de la sociedad.
Estas interrogantes fueron las
siguientes: ¿En alguna ocasión usted
cedió el asiento a una persona que lo necesitaba…?
¿Ha
arrojado basura en la calle…? ¿Se ha metido en la cola…? ¿Ha dado propina a un
empleado para que agilice o realice un trámite…?
¿Ha
tocado el claxon o ha gritado a alguien para que avance o le ceda el paso…? ¿Ha
dado a un policía para su gaseosa con el
fin de evitar una multa…?
¿Ha
pasado la luz roja porque estaba apurado…? ¿Ha manejado un vehículo con algunas
copas encima…?
En ciertos casos las respuestas
fueron aparentemente correctas pero, teniendo en cuenta nuestra forma de ser,
es posible que muchos hayan faltado a la verdad.
Y mentir es también, aunque para
muchos parezca intrascendente, una
muestra evidente de la carencia de valores.
Porque las cuestiones planteadas se sustentan en las acciones negativas que cometemos con
frecuencia.
Justo es ahí donde radica el problema.
De lo contrario, Trujillo y el resto de ciudades del país lucirían más limpias,
ordenadas y normales.
Basta poner un ejemplo común. Un
chofer estaciona su vehículo en plena línea peatonal y usted la increpa por su
mala actitud.
Lo sensato sería que el piloto se disculpe
y retroceda. Sin embargo, él “responde” mirando al otro lado. Como si nada
incorrecto hubiese cometido. Es decir, le da la espalda.
Otro. Pasa un auto, micro o lo que sea. De repente aparece una
mano por la ventana que arroja papeles rotos, cáscaras o botellas plásticas. O,
simplemente, alguien que camina hace lo mismo. Y no se avergüenza.
Otro más. En Trujillo nunca avance
cuando recién cambia el verde, porque siempre hay quien se pasa la luz roja.
Todos están apurados.
Sobre las bocinas. Ni hablar. Nadie
puede contra ellas. Y respecto a ceder el asiento. Eso, es cuento viejo. Si ni
siquiera le quieren dar la vereda.
Duele. ¿Verdad…? Pero, así somos los
peruanos. Y pensar que estos rezagos tribales no existen en las grandes
metrópolis. ¡Ojalá algún día cambiemos…!
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