El
día de la madre y la navidad son dos fechas trascendentales en el calendario
universal anual. Ambas tienen significado inconmensurable. Supremo. Celestial.
Una
recuerda el nacimiento de Jesús, quien vino para redimir a los seres humanos y
la otra, exalta la abnegación de quien
nos dio la vida.
Por
eso, la madre en el símbolo de la humanidad. Nadie como ella está identificada con cada uno de nosotros. Aún,
desde el instante de la concepción.
Nos
proporciona los nutrientes y la sangre que circula por nuestras venas.
Participa del mínimo movimiento que ejecutamos en su interior.
Estamos
tan ligados y dependemos tanto de su ser, que se convierte en testigo de los
primeros latidos de nuestro débil corazón
en formación.
Luego
de nacer, seguimos subsistiendo a través del néctar lácteo que brinda con
dulzura e infinita dedicación
Ese
vital alimento nos inmuniza a futuro de
varias enfermedades y es otorgado aún
sabiendo que podría atentar contra su figura.
Su
entrega total y amor sin límites se manifiesta durante la infancia, continúa en la juventud y, de manera
insólita, se prolonga hasta la adultez.
En ese sentido, damos testimonio de sus atenciones, consejos y preocupaciones. ¿Alguien podría decir lo contrario…?
El
amor maternal es divino e infinito. Ni siquiera termina cuando debe alejarse
de nuestro lado al escuchar el
llamado del Señor.
Al
contrario, se convierte en el ángel que guía nuestros pasos al evocar sus
palabras, las pautas y sus orientaciones para la vida. Qué decir de los
momentos gratos compartidos
Estas
breves reflexiones nos traen a la memoria la escena familiar de una joven madre
que jugaba tiernamente con sus dos pequeños: mujer y hombre.
Saltaban,
reían y bromeaban lanzando al aire una liviana pelota de rayas. Todo era
alegría. De pronto, la inocente niña, tomando el rostro de mamá entre sus
manitas, balbuceó:
-- Mami: ¡Júrame que nunca
morirás…!
Desconcertada y conmovida al máximo por el
raro e inesperado pedido, la dama solo
atinó a abrazar, con todas las fuerzas, a las criaturas.
Soportando un profundo e indescriptible vacío en el pecho, trataba de evitar, sin conseguirlo, que las lágrimas rodaran sobre sus mejillas….
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