El micro se ha detenido en plena esquina, antes de la línea peatonal, para que la gente suba...
Si hay algo que marca y distingue a
Trujillo del resto de ciudades del mundo es la informalidad en los vehículos de
transporte público.
Una muestra auténtica de ello es la
inexistencia de paraderos fijos. Los pasajeros suben y bajan donde se les
antoja. En cualquier lugar. El sitio menos pensado. El espacio más absurdo.
Como ningún ejercicio municipal se
preocupó por establecerlos oficialmente, usuarios y conductores actúan de
manera irresponsable.
Este reprobable comportamiento es
causa del desorden, los bocinazos, el exceso de velocidad y expone al peligro
extremo a las personas.
En la década del sesenta, con mucha
menor población, en nuestra ciudad solo existían dos líneas para cubrir el
servicio.
Tenían colores color azul y rojo. Una recorría
de norte a sur y la otra de este a oeste. A ellas se añadían los colectivos
negros que iban a La Unión.
Todos tenían como paradero el final
de cada esquina donde abordaban y descendían los pasajeros. La disposición era estrictamente
respetada.
Al formarse los pueblos jóvenes,
convertidos luego en distritos, los límites se ampliaron autorizándose la circulación de nuevas líneas.
A mediados de la década del ochenta,
ante la indiferencia de las autoridades municipales, comenzó el descomunal desorden.
El panorama cambió. En lugar de
mejorar hemos empeorado. Llegando al colmo que usted puede subir y bajar a un
micro o combi en la puerta de su casa.
De lo contrario lo hará en improvisados
paraderos creados, de manera increíble, por los propios usuarios y no por las
autoridades competentes.
Así aparecieron expresiones que,
para alguien que no vive en Trujillo, pueden parecer raras o intrascendentes.
Se escuchan cuando alguien que desea
bajar dice: “Pasando…”, que quiere decir “después de cruzar el semáforo”. Al
otro lado de la avenida o empezando la siguiente cuadra.
También “pasaje derecha” o “pasaje
izquierda”. Cuyo significado es “pare en la pequeña calle que existe entre dos
jirones o avenidas”, tanto a la derecha de la pista o al lado contrario.
No faltan los paraderos insólitos
como: “volteando la esquina”, “colegio”, “portón rojo”, ”casa verde”, “farmacia”,
“garita”, “tienda”, “grifo”, “poste”, “rompe muelles”, “callejón”, “frente a la
reja” y otros, por demás caprichosos.
Este fenómeno urbano, donde todos
perdemos e inconcebible en otra urbe, es una evidencia de la miseria del
transporte público en la ciudad.
El problema no es nuevo. Se arrastra desde anteriores administraciones
edilicias. Prensa Virtual Trujillo lo señaló a comienzos de año como uno de los retos de la
gestión actual.
Si Elidio Espinoza, el alcalde, lo coloca en la
mira. Logra superarlo y pone orden, su nombre pasará a la historia y será
recordado para siempre.
Porque en el momento actual, como lo
catalogó un experto urbanista extranjero: “En Trujillo, cada persona es un
paradero…”
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