Jóvenes caminan. El celular es el principal motivo de su atención...
Nunca como ahora un dispositivo
tecnológico ha revolucionado e influido tanto en la vida de los seres humanos
al extremo que la existencia sin él, es prácticamente imposible.
Nos referimos al celular que se ha
convertido en una especie de extensión de los miembros superiores del hombre.
Una parte más del cuerpo humano.
La gente le ha dado tanto valor que
algunos sostienen que permanecerían las veinticuatro horas del día en contacto
con este casi diabólico dispositivo.
Su adicción en el medio es tal, que
se acaba de difundir un informe que señala que Perú es el país donde más se
habla por el móvil en Latinoamérica. Para bien o para mal, es cierto.
Cuántas veces en la vereda hemos
estado a punto de que algún distraído, concentrado en el aparato, venga directo
a estrellarse contra nosotros y nos golpee.
Es del caso mencionar que, en
algunos países desarrollados se han dictado normas que prohíben hablar por
celular mientras se está caminando.
No nos llame la atención que, algún
día, se disponga lo mismo en nuestro medio.
Claro que, tal vez, alguien reclame que no se puede
prohibir tanto pues se estaría atentando contra la libertad de las personas.
Por ejemplo, es común ver a personas
que pagan para ingresar a un espectáculo y, de manera increíble, prefieren
estar comunicándose antes que observar el escenario.
También sucede en el extranjero. El
otro día, en un encuentro de básquet en
Estados Unidos, durante una jugada la pelota salió despedida con dirección la
tribuna.
Con mucha fuerza el balón impactó en
el rostro de una de las dos mujeres que, obviando lo que ocurría en la cancha,
estaban viendo su smarphone.
El móvil acapara tanto la atención
de quien lo utiliza que termina apartándolo por completo del medio ambiente que
lo rodea.
Habla y gesticula sin importarle el
resto. Hay instantes en que una personas cercana se entera, sin desearlo, de
temas personales o íntimos de quien conversa.
Una mujer pregunta: ¿Estás en casa…?
Unos segundos después, envía una tarea al interlocutor: “Anda preparando el
arroz…”
Otra, despreocupada, lee al aire
libre, en plena calle un mensaje de texto: “… por tales consideraciones, señor
juez…” (?).
No falta el recontra lisuriento amigo
que empieza contestando: “¡Aló, caraj…! Y quienes están cerca lo escucharon
todo.
Lo malo es que casi nadie se cuida
en el momento, las circunstancias y sus expresiones.
En otra ocasión, en pleno centro
cívico, los transeúntes fuimos testigos de un pleito que sostuvo una chica en
público. Algo ridículo. Imposible concebir años atrás.…”
El colmo de la inoportunidad de una
llamada le sucedió a una joven que se disponía recibir la hostia en medio de la
solemnidad de una misa.
Era un ambiente de quietud. Solo se escuchaba
una dulce melodía mística cuando su dispositivo, anunciando una llamada, emitió una estrambótica canción. El resto, ya
se lo imaginan.
¡Todo, por culpa del celular…!
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