La que terminó, fue una semana negra
para los políticos peruanos en el más amplio sentido de la palabra.
Después de investigaciones, análisis
de apelaciones e informes de comisiones, cinco personas fueron sancionadas en
poco más de cuarentaiocho horas.
Al cierre de los siete días, el
poder Judicial confirmó que el ex ministro Aurelio Pastor cometió el delito de
tráfico de influencias y lo condenó a cuatro años de prisión efectiva.
Como el acusado no acudió a la
lectura de la sentencia, el tribunal ordenó su ubicación y captura.
Dos días antes, fueron suspendidos
en sus funciones por cuatro meses, sin
goce de haber, los parlamentarios Heriberto Benites, Víctor Crisólogo Espejo y Víctor Grandez Saldaña.
El primero es acusado de haber
intervenido en el caso “La Centralita”, actualmente en investigación con
numerosos detenidos por delito de corrupción.
Los otros, por mentir y faltar al
principio de responsabilidad, integridad y justicia del código de ética del
congreso.
Y, como para demostrar que nosotros
no estamos exentos de congresistas “pecadores”, también figura el liberteño
José León.
Sobre él recayó una suspensión de
sesenta días por mentir y ocultar información en la relación que tuvo con un
ciudadano extranjero acusado de
narcotráfico.
Correspondió al fiscal de la Nación
Carlos Ramos Heredia, pariente de la primera dama, completar la triste nómina
de sancionados.
Por inconducta funcional en tres
procesos disciplinarios, el Consejo Nacional de la Magistratura lo destituyó de
tan importante cargo.
Conste que detrás de ellos hay
muchos más. Presidentes regionales, alcaldes, regidores y funcionarios
públicos son en estos momentos
investigados por malversación de fondos y delitos similares.
¿Qué decir de todo esto…?
Sinceramente. Faltan las palabras.
De primera impresión nos sentimos
desconcertados, por decir lo menos. O, tal vez, rabia. Pero, finalmente, pena.
Dolor.
Nos duele porque los hechos han
ocurrido en el Perú. En nuestra patria. En nuestra tierra. Donde hemos nacido y
queremos sobre todas las cosas.
¿Cómo es posible que actúen de esa
manera las máximas autoridades y nuestros representantes a quienes hemos
elegido para que gobiernen por nosotros…?
Y cuidado que no es por dinero.
Porque ningún ciudadano gana como ellos. Sus sueldos nos superan tanto que da
vergüenza compararnos.
Actuaron movidos solo por la codicia.
La ambición. Por ese inexplicable y desmedido deseo de algunos que ansían tener
siempre más y más.
Ese comportamiento podría entenderse
si se trata de dinero obtenido
lícitamente, Con trabajo honesto y limpio. Jamás con el dinero del
pueblo.
Queda la esperanza que algún día
cambiemos. Ojalá porque, al final, la honestidad es el único camino hacia el progreso…
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