Viajar en combi en Trujillo es considerado turismo de aventura por los turistas...
¿Quién de nosotros, gente de pueblo
que vive en Trujillo, no ha estado alguna vez a bordo de una combi. …?
Aquel vehículo de transporte público fabricado para ocho personas. que traslada el
triple en horas punta. “Si no. Toma tu taxi, compadre…”,
como te dicen cuando reclamas.
Viajar en esos cilindros gigantes
con ruedas resulta una sofocante aventura donde, nos convertimos en actores anónimos
y sin libreto de una película jamás estrenada.
La odisea empieza cuando hay que
correr hasta media pista para subir mientras un cobrador, casi siempre desaseado,
vocifera la ruta y, de arranque, te tutea: ¿Vas…? ¡Súbelo…!
Enseguida realiza una escena de
espanto. Con el carro en movimiento y, sin medir las consecuencias, cuelga el
cuerpo al vacío estando la puerta
abierta llamando pasajeros.
No te sorprenda que las combis
carezcan de panel de control, pasamanos y el chofer mire apenas hacia adelante
entre tanta chuchería colgante.
Si los lentes ahumados y la gorra de
última generación del piloto, te alucinan que haces el viaje de turismo de tu
vida al lugar que siempre soñaste, te equivocas.
Recién te acomodas y cuando crees
que pronto enrumbarás a tu destino, el vehículo se planta de golpe. En seco. “Como
una mula”. ¿Qué pasó…?
Hizo el recorrido a velocidad
infernal, “choteando” pasajeros en el camino, porque pagan menos que la multa
por retrasarse, solo para marcar la tarjeta de control.
Ahora está adelantado y “hace hora”.
Va despacio. Para a mitad de cuadra, aunque está prohibido, para ver si “caen” más usuarios. Los de
adentro, que esperen.
Respiras profundo llenándote de
coraje. El fuerte calor transforma el interior en sauna rodante. Tratas de
abrir la ventana, pero mueres en el intento. No se mueve.
"Estás hecho". El “tour” será entre
aromas que no vienen en frasco. Y cuidado que quien vaya en el asiento
delantero no se le ocurra alzar su brazo sobre el espaldar.
Te cubres la nariz y tu mano huele a
fierro oxidado. Miras al techo sin tapiz. Al costado. A todos lados. Buscas
ventilación y nada. Solo queda renegar para tus adentros.
Mientras tratas de aliviartr, se
“planta” al costado un sujeto con las piernas abiertas que te arrincona o te deja
al filo. Quedas al borde de la asfixia.
Entonces piensas que Elidio debería dictar
una ordenanza sobre buenas prácticas en las combis. ¿Tú qué dices…? ¡Yo te
apoyo…!
Pobre de ti si pasas por La
Hermelinda, el Mayorista o cualquier mercado. La gente sube con bolsas,
costalillos, cajas o algún animal vivo que colocan a la entrada, el pasadizo o
sobre tus pies. Tu. “Suave, no más…”
El problema continúa al bajar.
Tienes que elevar la pierna en cámara lenta encima de los bultos. Y no vayas a pisar la
mercadería. Te mencionan a toda tu familia y hasta le envían “condimentados saludos”.
Un súbito frenazo te lanza adelante
y vuelves a la realidad. El chofer casi se pasa en rojo. En la esquina hay una
mujer policía que “no atraca” y la papeleta es “dura”.
Si tienes la mala suerte de ir de
pie. “Ya fuiste”. Tendrás que doblarte en dos. Como libro. Ahora sí. A mirar al
suelo y agárrate de donde puedas.
Llegas a donde ibas. La hazaña
termina. Pero, ya no eres el mismo. Estás medio sordo y atontado de la onda
chicha, gritos, silbidos, bocinas y sirenas.
Aunque no te hayas dado cuenta ni lo
sientas, sin moverte de tu sitio, ni hacer ejercicios, has bajado de peso a
causa del susto y la transpiración.
Eso, y mucho más, identifican al pintoresco
safari urbano que los extranjeros, que “no se chupan”, ven como turismo de
aventura el viajar en combi en Trujillo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario