Guerrero disputa con energía un balón en la defensa adversaria... (Reuters)
¡Qué difícil es comentar una derrota…! No sabes qué escribir. Mucho menos por dónde empezar.
Pero existe la obligación de hacerlo. Te sientas frente al ordenador: Respiras hondo y comienzas forzando la mente para que broten las ideas.
¡Qué pena…! ¡Nos ganaron...!
Es cierto, la eliminatoria al Mundial Brasil 2014 es larga. Falta mucho, pero siempre duele perder puntos sabiendo la importancia que tienen.
Como los tres que dejamos escapar ayer en Quito con la derrota ante Ecuador por dos goles a cero.
Y porque nos alejan, momentáneamente, la posibilidad de asistir a la cita máxima del fútbol del planeta después de treinta años de ausencia.
Dijimos que el cuadro norteño venía presionado luego de perder con Paraguay de visita e iba esforzarse por ganar en su estadio. Y lo logró a costa nuestra.
El revés duele de veras. Es que los muchachos nos habían ilusionado tanto con esa contundente victoria inicial en Lima.
Sin embargo, así es el fútbol. Vino la goleada, que fuimos olvidando poco a poco, en Chile y ahora el fracaso en el estadio Atahuapa.
Esta vez, como las anteriores, en el mismo escenario se repitió la historia del mito de la altura. No pudimos sobreponernos a ese factor geográfico.
Los instantes finales del partido fueron lacerantes y para el olvido. La algarabía en las tribunas y los angustiosos gritos desde la banca peruana animando ir al ataque para defender el honor.
Optamos por bajar el volumen de la tele para engañarnos y tratar de sufrir menos. Hasta que por fin, el árbitro dio la señal y termina el suplicio.
Ahora solo queda esperar más de medio año para volver a gozar o sufrir con la representación nacional.
Aunque hubiésemos deseado que sea con el delicioso almíbar del triunfo en lugar del amargo sinsabor de la derrota…
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