“La cortesía es la principal
muestra de cultura…”
(Baltasar Gracián)
Caminaba por una de las angostas veredas del centro de la ciudad, cuando fui víctima del empellón por parte de un joven que iba de prisa.
Sorprendido, volví la mirada hacia el causante. Él me miró fijamente y, sin pronunciar una sola palabra, siguió su marcha sin inmutarse.
Otro día, me disponía cruzar la calzada y noté que un vehículo había sido estacionado en todo lo ancho de la línea peatonal.
De primera intención miré al conductor esperando que retrocediera o explicara su absurda actitud contra las normas de tránsito.
Por unos segundos, el sujeto me observó desafiante antes de voltear la cara, esperar el cambio de luz de semáforo y partir.
Hace unos días, una popular cantante criolla nacional llegó demasiado retrasada al concierto que iba a ofrecer en un distrito capitalino.
Al ingresar, algunos asistentes, cansados de esperar, mostraron su disconformidad lanzando gritos, silbidos y pifias.
La artista reaccionó expresando, en términos de pésimo mal gusto, que quienes deseaban podían retirarse. En efecto, muchos, que se sintieron ofendidos, optaron por abandonar el lugar.
En el ámbito deportivo, un futbolista foráneo del Manchester City cometió un acto de indisciplina y está a punto de ser expulsado del equipo, incluso perder mucho dinero. Solo por no pedir disculpas.
En todos los casos mencionados salta a la vista lo difícil que es para muchas personas despojarse de esa soberbia o un mal entendido orgullo y admitir su error
Al final, no somos perfectos. Cualquiera de nosotros puede actuar de manera incorrecta y quedar mal ante quienes nos rodean.
De primera intención lo adecuado sería colocarse en el lugar del otro. Reconocer nuestra falta y decir sin reservas un “lo siento”, “discúlpeme”, “me equivoqué”.
Pedir disculpas no es rebajarse, ni darse por vencido. Al contrario, es símbolo de madurez y alivio a la vez, pues es como sacarse un peso de encima
Claro que no es fácil, pero revela integridad, respeto, afecto y honestidad hacia sí mismo y hacia los demás.
Constituye una evidencia de humildad, consideración, urbanidad y educación que, fatalmente, tiende a ser ignorada con el transcurso del tiempo...
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