Estudiantes de la UPAO limpiando las calles de Trujillo, que no se ensuciaran si hubiera real conciencia ciudadana...
En una encomiable tarea que movilizó más de un centenar de estudiantes, la Universidad Privada Antenor Orrego limpió ayer las calles de Monserrate.
Provistos de chalecos, guantes y bolsas, jóvenes de uno y otro sexo de la facultad de Ciencias Agrarias recorrieron jirones, avenidas y parques.
Su misión específica fue recolectar toda clase de desperdicios que se encontraban en la vía pública.
Con el lema “manteniendo las calles limpias, viviremos en una ciudad menos contaminada”, los alumnos dedicaron varias horas a esta loable labor.
Esta campaña se opone a la escena que apreciamos hace dos días en uno de los eventuales paraderos de taxis que existen en ciertas esquinas de la urbanización Las Quintanas.
Caminaba, como siempre por razones de salud, y quedé sorprendido al constatar que al costado izquierdo de un vehículo, justo en el lado del chofer, había un montículo de cáscaras de naranja en plena vía.
La evidencia estaba a la vista. No se necesitaba esforzarse para pensar que el insensible piloto comió la fruta y arrojó los desperdicios al asfalto.
¿No sería mejor si llevaba una bolsita en su carro, depositaba la basura en ella, la guardaba a un costado y luego, al descender, la colocaba en el basurero de su casa…?
Ese es sólo un ejemplo de la total carencia de conciencia ciudadana de salubridad y bienestar social que tienen algunas personas.
Resulta que la educación en torno a formas de comportamiento dentro y fuera del hogar nace en la familia. Y los responsables directos son los padres.
Todo ello se complementa en el nido y la escuela misma. Los pequeños deben saber, desde que tienen conciencia de las cosas, lo que se debe hacer con la basura. Allí intervienen los profesores.
En esta forma, cuando cursen los estudios secundarios y salgan del colegio, su actitud ante los desechos estará perfectamente formada.
Cuando ello se produzca, no se verá más gente arrojando papeles o cáscaras en la vía pública, ni mucho menos, a otros más recogiéndolos.
Esperamos que los jóvenes universitarios recuerden siempre este operativo de limpieza, lo trasmitan a sus familiares y, más tarde, a sus descendientes.
Si estas referencias tuvieran el carácter multiplicador que deseamos, muy pronto veremos a Trujillo tan aseada como todos anhelamos.
Recién entonces, como los habitantes de los países desarrollados, podremos repetir la expresión: “Tan limpia como las calles…”
En una encomiable tarea que movilizó más de un centenar de estudiantes, la Universidad Privada Antenor Orrego limpió ayer las calles de Monserrate.
Provistos de chalecos, guantes y bolsas, jóvenes de uno y otro sexo de la facultad de Ciencias Agrarias recorrieron jirones, avenidas y parques.
Su misión específica fue recolectar toda clase de desperdicios que se encontraban en la vía pública.
Con el lema “manteniendo las calles limpias, viviremos en una ciudad menos contaminada”, los alumnos dedicaron varias horas a esta loable labor.
Esta campaña se opone a la escena que apreciamos hace dos días en uno de los eventuales paraderos de taxis que existen en ciertas esquinas de la urbanización Las Quintanas.
Caminaba, como siempre por razones de salud, y quedé sorprendido al constatar que al costado izquierdo de un vehículo, justo en el lado del chofer, había un montículo de cáscaras de naranja en plena vía.
La evidencia estaba a la vista. No se necesitaba esforzarse para pensar que el insensible piloto comió la fruta y arrojó los desperdicios al asfalto.
¿No sería mejor si llevaba una bolsita en su carro, depositaba la basura en ella, la guardaba a un costado y luego, al descender, la colocaba en el basurero de su casa…?
Ese es sólo un ejemplo de la total carencia de conciencia ciudadana de salubridad y bienestar social que tienen algunas personas.
Resulta que la educación en torno a formas de comportamiento dentro y fuera del hogar nace en la familia. Y los responsables directos son los padres.
Todo ello se complementa en el nido y la escuela misma. Los pequeños deben saber, desde que tienen conciencia de las cosas, lo que se debe hacer con la basura. Allí intervienen los profesores.
En esta forma, cuando cursen los estudios secundarios y salgan del colegio, su actitud ante los desechos estará perfectamente formada.
Cuando ello se produzca, no se verá más gente arrojando papeles o cáscaras en la vía pública, ni mucho menos, a otros más recogiéndolos.
Esperamos que los jóvenes universitarios recuerden siempre este operativo de limpieza, lo trasmitan a sus familiares y, más tarde, a sus descendientes.
Si estas referencias tuvieran el carácter multiplicador que deseamos, muy pronto veremos a Trujillo tan aseada como todos anhelamos.
Recién entonces, como los habitantes de los países desarrollados, podremos repetir la expresión: “Tan limpia como las calles…”
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