martes, 24 de marzo de 2015

POR FAVOR: ¡CUANDO TOME, NO MANEJE…!



Hace pocos días, un joven limeño que conducía su vehículo luego de haber consumido bebidas alcohólicas, atropelló a otro dejándolo al borde de la muerte.
            
 Ocurrió a la salida de una discoteca del concurrido lugar de recreación de Asia, Cañete, en horas de la madrugada.
             
El causante cometió una serie de hechos agravantes que afectan su situación legal.
             
Evitó someterse al control de alcoholemia y con el pretexto de solicitar ayuda, volvió a pasar su auto sobre el cuerpo de la víctima y huyó del lugar.
             
Solo apareció cuatro días después. Ya frente la justicia y ante las evidencias, se le dicto prisión preventiva por un lapso de nueve meses.
             
Su padre, un ex ministro, manifestó en un primer momento que se ensañaron e hicieron presión en el caso, por el cargo que él ejerció.
             
No es cierto. En el Perú y todo el mundo está prohibido manejar cuando el conductor ha consumido licor.
             
Y esa norma es lógica. Está probado que el alcohol altera los nervios y el estado emocional de una persona.
             
Si una persona embriagada que camina puede trastabillar y caer, qué se espera si tratara de manejar un vehículo. Las consecuencias serían fatales.
             
No es la primera vez que esta clase de sucesos se presentan. En otras ocasiones han originado choques y accidentes con gravísimos resultados.
             
Tal vez le parezca raro. Pero, aunque usted no lo crea, en Japón sucede todo lo contrario.
             
Los centros laborales acostumbran realizar reuniones eventuales, siendo las más importantes al recibir a sus nuevos trabajadores o para despedir al año.
             
En una de esas convocatorias, me sorprendió encontrar en el tren al gerente de la empresa donde laboraba que acostumbraba ir en su auto propio.
             
Como ese día había una reunión, el ejecutivo acataba la sanción moral y legal, que todos respetan, que prohíbe manejar cuando se bebe licor.
             
La disposición es obedecida al pie de la letra por todos los asistentes y nadie acude en su vehículo particular.
             
Con días de anticipación, los organizadores coordinan con una empresa de taxis para esperar a los participantes  a la salida del restaurante.
            
Independientemente de su estado, suben y son conducidos hasta sus domicilios sin mayores problemas.
            
Ante esa ejemplar medida de precaución, nadie maneja en estado de ebriedad y los accidentes de tránsito por este motivo son  la excepción.
             
Mientras que en el Perú se mantiene el equivocado criterio que “a mí no me va a pasar…” o “yo sé manejar, ya verás… ” y eso, es un craso error.
             
Justo por pensar de esa manera, ahora lamentamos que se trunque la vida de dos promisores jóvenes que podrían haber dado mucho en el futuro.
            
Aprendamos la lección. Por favor. ¡Cuando tome, no maneje…!

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