Hace pocos días, un joven limeño que
conducía su vehículo luego de haber consumido bebidas alcohólicas, atropelló a
otro dejándolo al borde de la muerte.
Ocurrió a la salida de una discoteca
del concurrido lugar de recreación de Asia, Cañete, en horas de la madrugada.
El causante cometió una serie de
hechos agravantes que afectan su situación legal.
Evitó someterse al control de
alcoholemia y con el pretexto de solicitar ayuda, volvió a pasar su auto sobre el
cuerpo de la víctima y huyó del lugar.
Solo apareció cuatro días después.
Ya frente la justicia y ante las evidencias, se le dicto prisión preventiva por
un lapso de nueve meses.
Su padre, un ex ministro, manifestó
en un primer momento que se ensañaron e hicieron presión en el caso, por el
cargo que él ejerció.
No es cierto. En el Perú y todo el
mundo está prohibido manejar cuando el conductor ha consumido licor.
Y esa norma es lógica. Está probado
que el alcohol altera los nervios y el estado emocional de una persona.
Si una persona embriagada que camina
puede trastabillar y caer, qué se espera si tratara de manejar un vehículo. Las
consecuencias serían fatales.
No es la primera vez que esta clase
de sucesos se presentan. En otras ocasiones han originado choques y accidentes
con gravísimos resultados.
Tal vez le parezca raro. Pero,
aunque usted no lo crea, en Japón sucede todo lo contrario.
Los centros laborales acostumbran
realizar reuniones eventuales, siendo las más importantes al recibir a sus
nuevos trabajadores o para despedir al año.
En una de esas convocatorias, me
sorprendió encontrar en el tren al gerente de la empresa donde laboraba que
acostumbraba ir en su auto propio.
Como ese día había una reunión, el
ejecutivo acataba la sanción moral y legal, que todos respetan, que prohíbe
manejar cuando se bebe licor.
La disposición es obedecida al pie
de la letra por todos los asistentes y nadie acude en su vehículo particular.
Con días de anticipación, los organizadores
coordinan con una empresa de taxis para esperar a los participantes a la salida del restaurante.
Independientemente de su estado,
suben y son conducidos hasta sus domicilios sin mayores problemas.
Ante esa ejemplar medida de
precaución, nadie maneja en estado de ebriedad y los accidentes de tránsito por
este motivo son la excepción.
Mientras
que en el Perú se mantiene el equivocado criterio que “a mí no me va a pasar…”
o “yo sé manejar, ya verás… ” y eso, es un craso error.
Justo
por pensar de esa manera, ahora lamentamos que se trunque la vida de dos
promisores jóvenes que podrían haber dado mucho en el futuro.
Aprendamos
la lección. Por favor. ¡Cuando tome, no maneje…!
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