El desorden vehicular en Lima, como en Trujillo, es para temer....
Por sus exquisitas bondades históricas, arqueológicas, monumentales y culinarias, el Perú es un destino turístico por excelencia.
Oleadas
de extranjeros procedentes de distintas latitudes del mundo nos visitan en
forma permanente por ese motivo.
Al
retornar a sus países de origen, ellos no solo se llevan el recuerdo de nuestra
milenaria riqueza, sino también de las costumbres y forma de vivir.
Por
ejemplo, un turista que se hizo amigo quedó sorprendido por la manera como sube
y baja la gente en los vehículos de transporte público de Trujillo.
Igualmente,
cuando desde un taxi observó cómo por la ventanilla de un micro salía una mano
que arrojaba una cáscara de plátano a la vía pública.
Comportamientos
retrógrados, imposibles de concebir en urbes de otras naciones, continúan vergonzosamente
vigentes en nuestra patria.
Lo
que para nosotros es común y corriente le llamó tanto la atención al español
David Roas que publicó su libro “Bienvenidos a Incaland”, entendiéndose a
Incaland como “tierra de los incas” o el Perú.
En
su relato, el autor revela, con cierto humor pues no podría ser de otra manera,
su fascinación por el caótico tránsito vehicular capitalino.
“Me habían advertido sobre el
desquiciado tráfico de Lima, pero lo que
tengo ante mis ojos supera todo lo imaginado…”, anota.
No
le queda otra cosa que divertirse al constatar como manejan los pilotos. Sin
obedecer las reglas, metiéndose por zonas prohibidas y su escaso respeto a los
peatones.
Al
referirse a los carros viejos escribe: “En
algunos casos habría que hablar mejor
de zombificación, pues es evidente que el coche que tenemos delante acaba de
escapar de la tumba…”
Observador
empedernido, semeja el viaje del aeropuerto al hotel como un safari y se
pregunta: ¿Es Lima el verdadero Triángulo
de las Bermudas…?
Su
interrogante se justifica por la forma como aparecen y desaparecen los
vehículos en el intrincado tránsito limeño.
Sobre
las combis, micros y buses refiere que cada uno de sus conductores se esmera en
hacer lo peor.
Tampoco
escapan de su mirada los cobradores con sus estruendosos gritos. “Schumacher en tres minutos estaría
llorando…” apunta.
Queda
sorprendido que existan muchas calles y avenidas a oscuras, delincuentes por
todas partes, mendigos y gente de mal vivir.
Ocurre
lo mismo, al mirar que la mayoría de casas tienen ventanas selladas y están
enrejadas con púas en la parte alta.
Una
de los objetivos del turismo es conocer lugares atractivos, aprender y aumentar
los conocimientos. ¿Qué aprenderán los
turistas aquí…?
Y,
en cuanto a nuestra responsabilidad, ésta es
la lección que extraemos de todo esto:
“Si queremos de verdad al Perú y a
la ciudad donde vivimos, contribuyamos a que ofrezca su mejor imagen a los
turistas y a nosotros mismos…”
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