En el diario La Industria se gestó nustra amistad con Jacinto Bazán Odar quien partió a la eternidad...
Transcurrían los últimos años de la
década del sesenta. Cuando el diario La Industria de Trujillo ingresaba a la
innovadora etapa del offset integral.
Época del periodismo romántico.
Cuando los jóvenes de entonces trabajábamos más por pasión que por el sueldo.
Cuando no existía internet,
ordenadores, ni celulares. Escribíamos en modernas máquinas que son ahora olvidadas
piezas de museo.
En ese tiempo de ilusiones sin
límites, ingresó a la sala de redacción del periódico Jacinto Bazán Odar un
delgado joven moreno de sonrisa fácil.
Y fue oportunidad para conocernos y compartir
como compañeros en ese interesantísimo afán de la búsqueda y el tratamiento
noticioso.
Recuerdo hasta ahora la graciosa
anécdota cuando alguien gritaba “Negro” en el recinto y ambos respondíamos al
llamado.
Otra que, a pesar de su porte
deportivo, rehusaba integrar el equipo de fulbito de la redacción en los
torneos por el aniversario de La Industria.
Sin embargo, nunca faltaba en la
tribuna del coliseo Inca para alentarnos aunque nos goleara el poderoso cuadro
de Talleres.
Cierto día, el trotamundos Gustavo
Álvarez Sánchez, reportero grafico del diario en el Valle Chicama, lo convenció
para integrar el Club de Caminantes.
Entonces el gordo, hermano del
recordado FRAS, lo obligaba a caminar desde la plaza de Armas de Trujillo hasta
el malecón de Buenos Aires.
Jacinto, como redactor del vice
decano de la prensa nacional, laboró con Luis Ríos Miranda, Mario Vigo
Portella, Jorge Zavaleta Alegre, Willy Miranda Pulido, el autor de esta nota y
otros colegas.
Más tarde el ·”Chino Loli”, Lorenzo
Kcomt Kooseng, lo llevó a SATÉLITE, donde también dejó la huella de su pluma.
El destino lo apartó del periodismo
activo. Ingresó como profesor a la Escuela de Arte Dramático de la denominada
Casa de la Cultura, hoy Dirección Regional Cultura.
Igualmente ejerció la docencia de la
especialidad en la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad
César Vallejo y fue asesor de tesis.
Coincidimos varias veces en alguna calle del
centro histórico y nos saludábamos con el aprecio de los amigos de toda la
vida.
Esta vida en la que apenas somos simples
aves de paso. Capullos convertidos en flor que se marchitan. Hojas que se las lleva
el viento.
Diste el último paso que todos
daremos algún día. ¡Hasta pronto amigo mío..! ¡Hasta pronto Jacinto…! .
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