Acogedor paisaje urbano de Denver una tarde de invierno...
Fue
un encuentro casual. No nos veíamos desde hace algunos meses. Él, había viajado
a Estados Unidos para visitar a sus familiares.
Me refiero a Gilberto Reyna Mendoza,
Jefe de Informaciones de SATÉLITE. Compañero de mil jornadas. Amigo de toda la
vida.
Acababa de estar en Denver, Colorado
y, como era lógico, hablaba de sus vivencias; De las cosas que uno experimenta
cuando está en el extranjero.
El reencuentro, sin programación
previa, fue al mediodía en la esquina de la “Oerre”, como se le llama al cruce
de la avenida España con Pizarro.
En medio del bullicio, el desorden
vehicular y la misma inseguridad generada por el apuro y despreocupación de las
personas en esos momentos.
Charlamos justo del alarmante contraste
con ciudades de los países desarrollados y hasta con algunas naciones vecinas..
Allá, donde se conduce obedeciendo
al máximo las reglas de tránsito, se respeta la luz del semáforo, las líneas
peatonales y nadie toca bocina.
Donde, cuando el carro se estaciona
en el centro urbano, paga por el tiempo que ocupó la vía pública.
Ciudad que luce los paraderos de transporte
público cada tres o cuatro cuadras, con indicadores de la línea, el
recorrido, la hora que pasa el bus y la gente forma cola en impresionante orden.
Ya a bordo, una voz femenina informa
sobre los lugares importantes del próximo paradero y el vehículo solo se
moviliza cuando el pasajero está sentado o ha bajado sin apuros.
Fuera de las fronteras, donde las
calles lucen totalmente limpias y nadie se atreve arrojar ni un solo papel o
cáscara al suelo.
Gilbert, como acostumbrarnos llamarlo
en la redacción, contaba que, cierto día,
su hija dejó olvidado su celular en la lavandería, regresó y la esperaban impacientes por devolvérselo.
En zonas donde no hay policías, la
gente camina con suma tranquilidad. Algunos hasta luciendo la billetera en el
bolsillo posterior del pantalón. Y no pasa nada. Así, sobre ruedas, marcha casi
todo.
Reyna recuerda que, estando en Denver,
hubo un proceso electoral municipal y la propaganda se hizo en pequeños paneles
movibles que fueron retirados tan pronto concluyó el acto.
Mientras charlábamos, observamos el
caos en esa intersección que refleja lo que se repite en otros cruces de
la ciudad.
Volvimos a nuestra realidad y cayó,
por su propio peso, la pregunta de rigor: ¿Podremos alguna vez ver a Trujillo
ordenada, limpia y segura…?
Las autoridades y nosotros mismos
tenemos la última palabra. Lo que tratamos con Gilbert ese día quedó tan solo
como un diálogo de sueños e ilusiones…
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