Parte del séquito del inca en el Inti Raymi, hace cincuenta años. Abajo, a la izquierda, este bloguero...
El desaparecido almanaque Bristol de nuestros abuelos, marcaba 24 de junio de 1961. Hace medio siglo. Es un día memorable. El Colegio Nacional San Juan de Trujillo celebra su aniversario.
Por su parte, el calendario cívico-escolar evocaba el Día del Indio y en el Cusco se escenificaba la fiesta del Inti Raymi.
Sin embargo, por iniciativa del director Sixto Alarcón Sánchez, el esfuerzo de la profesora Delicia de Coronel y un grupo de profesores de educación física, el plantel haría lo mismo en el estadio Mansiche.
Nos habíamos preparado con mucha anticipación. Horas enteras dedicadas a ensayar. Incluyendo sábados y feriados.
Mientras ensayábamos con ahínco., nuestras madres confeccionaban la indumentaria con motivos incaicos para la espectacular demostración.
Consistía de una especie de túnica ancha, manga corta, con algunas grecas, que nos llegaba hasta las rodillas.
Cada estudiante debería elaborar las sandalias de cuero, lanzas de madera y escudos de cartón con el emblema del dios Inti (Sol) en el centro, para lucirlos en escena.
Los noveles actores, éramos integrantes de la Promoción 1961, que este año celebra sus Bodas de Oro. Con esa participación, nos jugábamos las notas de educación artística, música y no se qué más.
Era la numerosa y entusiasta muchachada que en diciembre de ese año debía abandonar las aulas canarias para siempre.
La concentración estuvo fijada a la una de la tarde en las inmediaciones del parque infantil. Luego ingresamos, en correcta formación, al estadio.
Llegado el momento, al compás de música incaica, el ordenado séquito irrumpió en el Mansiche escoltando al inca en su imponente trono ante un expectante público que colmaba las tribunas de preferencia y popular.
En las graderías estaban nuestros padres, hermanos, parientes y amigos que trataban de distinguirnos entre cientos de “nativos” para estimularnos.
La representación duró cerca de dos horas. Constó de danzas, cánticos y el sacrificio de un auquénido. Tal como se hacía en el Tahuantinsuyo.
El multitudinario aplauso de la concurrencia ante cada maniobra del alumnado, nos llenaba de orgullo. Era el reconocimiento al buen desempeño.
Al final, las fotografías de rigor perennizaron para la posteridad una actuación que nunca más volvió a verse en la ciudad.
En la vista, en cuclillas, a la izquierda, este bloguero, al costado el periodista deportivo Pedro Villanueva Rojas, el funcionario público Celso Ortiz Noriega, el magistrado Luís Ruiz Vigo y el empresario José Sam Saavedra.
Emergen miles de evocaciones de la añorada etapa estudiantil en las aulas del tradicional plantel de Independencia que hoy nos llenan de nostalgia.
Transcurridos cincuenta años de esa época de oro, solo nos consuela nutrirnos con las múltiples experiencias vividas.
Mientras que el tiempo avanza inexorable amenazando alejarnos cada vez más del pasado, todo queda aún como un tenue, pero grato e imperecedero recuerdo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario