Primera página del vespertino Satélite, que se edita en Trujillo. Señala en forma explícita que el trabajo de la policía se frusta por la acción de los jueces y fiscales...
No hace ni una semana que nos regocijamos de los importantes acuerdos adoptados en la asamblea pública para garantizar la seguridad ciudadana de Trujillo y alrededores.
Resurgía nuestra, casi perdida, esperanza de recuperar la tranquilidad de antaño a causa de una sucesión de hechos violentos producidos en el medio.
Por que no hay nada más agradable que vivir en un lugar de paz y sosiego, donde todos puedan circular por las calles con la confianza de regresarr sanos y salvos.
La visita del presidente del Congreso, el ministro de Interior y su reunión con altas autoridades locales, hicieron pensar que nuestra ciudad pronto volvería a ser la de antes.
Fatalmente, a los tres días se informó que el Ejecutivo aprobó liberar de los penales del país a los primeros dos mil reos quienes caminarán a lado de la gente utilizando brazaletes electrónicos.
Cinco millones de dólares, producto de los impuestos que cada día paga la población, serán destinados a adquirir dichos dispositivos.
La razón es muy simple: reducir el hacinamiento de las cárceles peruanas.
Resulta que el número de internos supera la capacidad de los setenta y nueve centros penitenciarios del país.
Como complemento, se reveló algo que es motivo de alarma y necesita una explicación de los entes responsables. De la totalidad de reclusos, el cincuenta y cinco por ciento no han sido sentenciados.
Y, como si fuera poco, la prensa local acaba de publicar que seiscientos ochenta y tres delincuentes salieron libres de la cárcel de Trujillo.
Total. ¿En qué quedamos…?
Más trabajo para la Policía Nacional, la Corte Superior de Justicia y el ministerio Público y mucho más inseguridad y temor en el seno de la indefensa ciudadanía.
A propósito, en un proceso electoral, unos ganan y otros pierden. Sin embargo, invetir dinero y festejar convocando a la población por una victoria en los comicios, carece de sustento.
Mucho mejor sería celebrar cuando se concreta una obra trascendente y mejor aún si se consiguiera derrotar a la delincuencia.
Por eso se considera fuera de todo contexto alegrarnos, cantar y bailar, cuando la violencia corroe paulatinamente los cimientos de la sociedad.
Ojalá algún día se reflexione en torno a estos hechos que distraen la atención de la gente, en momentos que es imprescindible unirnos contra el delito.
Mientras esto no ocurra, no nos queda más que aprender a convivir con el hampa, aunque eso signifique tener nuestras vidas pendiendo de un delgadísimo hilo…
Resurgía nuestra, casi perdida, esperanza de recuperar la tranquilidad de antaño a causa de una sucesión de hechos violentos producidos en el medio.
Por que no hay nada más agradable que vivir en un lugar de paz y sosiego, donde todos puedan circular por las calles con la confianza de regresarr sanos y salvos.
La visita del presidente del Congreso, el ministro de Interior y su reunión con altas autoridades locales, hicieron pensar que nuestra ciudad pronto volvería a ser la de antes.
Fatalmente, a los tres días se informó que el Ejecutivo aprobó liberar de los penales del país a los primeros dos mil reos quienes caminarán a lado de la gente utilizando brazaletes electrónicos.
Cinco millones de dólares, producto de los impuestos que cada día paga la población, serán destinados a adquirir dichos dispositivos.
La razón es muy simple: reducir el hacinamiento de las cárceles peruanas.
Resulta que el número de internos supera la capacidad de los setenta y nueve centros penitenciarios del país.
Como complemento, se reveló algo que es motivo de alarma y necesita una explicación de los entes responsables. De la totalidad de reclusos, el cincuenta y cinco por ciento no han sido sentenciados.
Y, como si fuera poco, la prensa local acaba de publicar que seiscientos ochenta y tres delincuentes salieron libres de la cárcel de Trujillo.
Total. ¿En qué quedamos…?
Más trabajo para la Policía Nacional, la Corte Superior de Justicia y el ministerio Público y mucho más inseguridad y temor en el seno de la indefensa ciudadanía.
A propósito, en un proceso electoral, unos ganan y otros pierden. Sin embargo, invetir dinero y festejar convocando a la población por una victoria en los comicios, carece de sustento.
Mucho mejor sería celebrar cuando se concreta una obra trascendente y mejor aún si se consiguiera derrotar a la delincuencia.
Por eso se considera fuera de todo contexto alegrarnos, cantar y bailar, cuando la violencia corroe paulatinamente los cimientos de la sociedad.
Ojalá algún día se reflexione en torno a estos hechos que distraen la atención de la gente, en momentos que es imprescindible unirnos contra el delito.
Mientras esto no ocurra, no nos queda más que aprender a convivir con el hampa, aunque eso signifique tener nuestras vidas pendiendo de un delgadísimo hilo…
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