En una de estas máquinas aprendí a escribir en La Industria....
“Mi sicoanalista es mi máquina
de escribir…”
(Ernest Hemingway)
Los medios de comunicación trajeron la noticia y al instante me hicieron remontar al pasado. Cerró la última fábrica de máquinas de escribir del mundo.
Ejecutivos de la empresa Godrej and Boyce, ubicada en Bombay, India, decidieron dejar de lanzar más productos.
La razón es que el año pasado apenas lograron colocar en el mercado ochocientas unidades, cifra considerada no rentable para seguir en el mismo rubro.
Esa determinación termina con el ciclo iniciado a fines del siglo XIX cuando su invención revolucionó a la humanidad.
El primer contacto que tuve con una máquina de escribir fue cuando, siendo aún niño, visitaba a mi padre Juan Gálvez Arce en su trabajo.
Se desempeñaba como regente o jefe de talleres del diario La Industria de Trujillo, donde me sorprendía al verlo “armar” las páginas del periódico con artículos que se elaboraban, a base de tipos, letra por letra.
Cierta noche muy tarde, por curiosidad, ingresé a la sala de redacción y quedé asombrado al observar las máquinas ordenadas en cada escritorio.
No pude sustraerme a la tentación de colocar una cuartilla. Intenté escribir mi nombre y oprimí tímidamente las teclas con dos dedos. La inusual experiencia dio resultado.
Otra noche, la tarea fue formar una oración y así de manera sucesiva. Unas semanas después, como me gustaban más las letras que las ciencias, estaba casi en condiciones de esbozar un artículo.
Como los que salieron publicados en la revista “Retorno”, de la Promoción 1961 del Colegio Nacional de San Juan donde estudie.
Dos años más tarde, cuando ingresé a trabajar como redactor principal a La Industria, era todo un diestro mecanógrafo. Nacido, tal vez como muy pocos, en la misma cuna de los periodistas del decano de la prensa norteña.
Era la época en que alternábamos las máquinas Remington y Underwood que hoy ocupan un lugar preponderante en los museos.
Con el tiempo nos actualizamos usando las modernas Olympia y Olivetti, que eran mucho más livianas y cómodas, pero tan chillonas como las anteriores.
Cuando el desarrollo tecnológico introdujo la computadora, fueron desplazadas al transformarse el tradicional sistema de procesar los textos.
Las inflexibles normas que impone el progreso dieron paso al proceso natural de cambios dejando atrás los aparatos considerados obsoletos.
Esta vez le tocó a la máquina de escribir. Aquella antigua y querida amiga de triunfos y tristezas que pasará a formar parte de la historia.
¡Adiós añorada y leal compañera de trabajo…! ¡Vivirás como un grato recuerdo de mi vida profesional… para siempre…!
1 comentario:
EXCELENTE ARTICULO TIO, MIS FELICITACIONES POR TAN BELLA NOTA, UN ABRAZO. FRANCISCO MORALES GALVEZ.
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