“La democracia es un proceso que garantiza
que no seamos gobernados mejor
de lo que nos merecemos…”
(Bernard Shaw)
En medio de una batahola de ofrecimientos y promesas, el Perú acude dentro de unas horas a las urnas para elegir a su nuevo presidente, ciento treinta congresistas y los representantes del, casi desconocido, Pacto Andino.
El proceso electoral que llega a su momento cumbre, estuvo precedido por situaciones de toda índole. Muchas de las cuales rayaron en lo risible y hasta ridículo
Los candidatos hicieron lo inimaginable con la finalidad de tratar de convencer a la ciudadanía para que vote por ellos.
Fatalmente, más tiempo dedicaron a indisponer a sus eventuales competidores antes que a exponer argumentos o propuestas viables. Aquellas que el país necesita.
Fue el aspecto que la población hubiese deseado escuchar para orientar y definir su preferencia con mayor certeza.
La jornada previa al acto electoral se caracterizó por los mítines animados por grupos musicales para concitar la atención de la gente.
Miles de jóvenes, sin edad aún para sufragar, acudieron a la cita para escuchar la música que de sus favoritos, divertirse y nada más.
Las campañas y visitas a los asentamientos humanos tuvieron el incentivo del obsequio de polos, gorras o pequeñas porciones de alimentos.
Es decir, se recurrió a lo más fácil buscando el apoyo de esos sectores generalmente olvidados por los políticos en épocas no electorales.
Tampoco podemos obviar la cuestionada labor de las empresas encuestadoras que, a costa de jugosas ganancias, durante semanas consecutivas movieron a los candidatos como piezas de ajedrez desorientando al elector.
Ahora, todo eso concluyó. Llegó la hora de la verdad. El pueblo peruano tiene en sus manos, una vez más, la posibilidad de definir su destino.
En el instante que cada persona introduzca su sobre en el ánfora, debe apostar porque el país continúe su ansiada ruta al progreso, superando aquellas lacras que impiden lograrlo con el éxito deseado.
Nos referimos en forma específica a la corrupción, la delincuencia común y el narcotráfico, cuya erradicación debe estar en el primer lugar de la agenda del gobernante y el congreso que salga elegido.
Al mismo tiempo, deben establecerse programas específicos para promover la educación, la inclusión social, la lucha contra la pobreza y la generación de empleo.
Debe superarse el aparente desequilibrio de fuerzas en el futuro parlamento para insistir en aliviar los problemas vertebrales que nos aquejan, pensando solo en avanzar.
Con la ilusión de ver cada día un Perú mejor, aspiramos a que sea el voto consciente el que represente nuestro verdadero sentir…
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