martes, 20 de diciembre de 2011

¡ESA INOLVIDABLE NAVIDAD DE 1967…!

Sorprendido por el obsequio, un niño del hospital de Belén es rodeado por Rosa Tomida Kanashiro, Freddy Gálvez Delgado y Luís Ríos Miranda. Todos de La Industria, en la lejana Navidad de l967.


(Este artículo es un homenaje al recordado
periodista trujillano Luís Ríos Miranda, redactor del
diario La Industria y corresponsal de El Comercio.
El autor de la nota tuvo la oportunidad de compartir
durante muchos años la labor periodística a su lado
en el vice decano de la prensa nacional.
SATÉLITE, aún no había nacido).

El calendario marcaba mediados del mes de diciembre del lejano 1967. En las calles ya se escuchaban los tradicionales villancicos anunciando que llegaba la Navidad con todo su sentimiento místico.

Los establecimientos comerciales del centro exhibían vistosos adornos y luces multicolores, mostrando los juguetes de la época en sus grandes escaparates.

Y mientras el ambiente se animaba esperando el día del advenimiento del Niño Jesús, en la siempre entusiasta sala de redacción del diario LA INDUSTRIA de Trujillo, los periodistas se enfrascaron en la siguiente conversación:

-- Muchachos ya viene la Navidad. ¿Qué podemos hacer en beneficio de tanto niño desamparado…? Preguntó, seguro de lo que decía, uno de los colegas.

-- Mira --dijo otro-- Podríamos recolectar juguetes y repartirlos en algún pueblo joven (Así se llamaban en ese entonces los actuales distritos que rodean Trujillo).

-- Pero, no podríamos satisfacer a tantos pequeños. Pensemos en algo más específico, arguyó otro.

-- Claro. Mejor los distribuiremos entre los internos del pabellón infantil del hospital de Belén.

Todos coincidieron con la original idea.

Ahora solo faltaba comunicársela al director Daniel Gordillo Jara. Así que fuimos a su oficina ubicada entrando a la izquierda.

El saludo no se hizo esperar:

-- Buenos días Don Daniel.

-- Hola. ¿Cómo están…? Seguro vienen para preguntar sobre el aguinaldo navideño.

-- Nada de eso. Queremos comunicarle que hemos acordado hacer una colecta de juguetes y entregarlos a los niños internados en el hospital de Belén.

-- Buena idea. Yo llamaré por teléfono a los dueños de las tiendas que son nuestros anunciadores y ustedes irán por los regalos. Solo una recomendación: No dejen de cumplir con sus comisiones, ni las entreguen con retraso, precisó con firmeza.

-- No se preocupe Don Daniel. Cumpliremos como siempre, fue la respuesta casi al unísono.

Durante tres días consecutivos nos turnamos para ir a recoger los juguetes. Se los encargamos a don Erasmo Salinas, el contador de la empresa

La colaboración de los propietarios de las tiendas de Trujillo fue todo un éxito. Esa admirable generosidad es motivo de añoranza. Tuvimos obsequios hasta de sobra.

Introducidas en bolsas de plástico, las sorpresas fueron llevadas por la comisión integrada por Luís Ríos Miranda (Quien nos ilumina desde la eternidad), Rosa Tomida Kanashiro, que laboraba en la oficina de Contabilidad, el reportero gráfico Augusto Baba Shimada y quien escribe estas líneas.

Con el respectivo permiso del director del nosocomio, quien agradeció por anticipado el gesto, ingresamos al pabellón de menores.

Fuimos de cama en cama. Dialogamos con cada uno. Nos contaron algunas de sus experiencias y lamentaban que esa Navidad no estarían en sus casas con sus familiares. Tomamos sus impresiones y les dejamos sus regalos.

Sus palabras nos enternecieron. Casi nos hicieron derramar lágrimas. Lo más grato fue el rostro de alegría y satisfacción de los niños-pacientes quienes, a pesar de sus padecimientos, no sabían como agradecernos.

Fueron momentos conmovedores por las emociones vividas. Tan pequeños. Están aprendiendo a vivir y ya sufren de alguna enfermedad o dolencia, nos preguntábamos.

Pero así es la vida. Solo debemos esperar que se recuperen pronto y salgan a jugar como todos los de su edad.

Los obsequios alcanzaron para la totalidad de los internos. Al salir, nos despidieron con aplausos. Aunque no eran necesarios. Su inocente risa había sido suficiente

La jornada se prolongó hasta después de la una de la tarde. Ahora el problema era que no habíamos cumplido con la totalidad de las comisiones de la mañana.

Pero, eso se superó con creces. Los periodistas tenemos siempre recursos para actuar con eficiencia, responsabilidad y salir airosos de los retos cuando nos proponemos.

La edición del periódico al día siguiente cubrió una página con datos, referencias y fotos de tantas caritas alegres en las camas del pabellón de infantes del Belén.

No sirvieron las palabras. Bastó que nos apretaran sus manitos, su amplia e ingenua sonrisa, su brillante y dulce mirada, llena de felicidad y gozo.

Ese fue nuestro mejor regalo, como retribución por brindarles una gotita de amor y habernos generado muchos suspiros esa inolvidable Navidad de 1967…
























































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