viernes, 7 de enero de 2011

¡EL ESTIGMA DE LA "HORA PERUANA"...!


Empezar y llegar tarde a los actos y compromisos es una pésima costumbre arraigada en el Perú...










“La puntualidad es valorar el

tiempo propio y ajeno…”

(Anónimo)


-- El matrimonio será a las siete de la noche, informa el parte que distribuyen los novios y sus familiares.


Los invitados, como es nuestra costumbre, empiezan a aparecer en la iglesia a partir de las siete y media, seguidos de otras personas.


Pero, hay algo raro. A pesar del tiempo transcurrido, los contrayentes no llegan y el acto litúrgico tampoco empieza.


Y mientras los pocos asistentes se miran las caras entre sí, sin salir de su sorpresa, continúan entrando “los que se hicieron tarde”.


Luego de cierta espera, en ese ambiente de incertidumbre e incomodidad, ingresa el novio, los padrinos y aparece el sacerdote.


Son las ocho y minutos de la noche. ¿Qué ha pasado…? ¿Nos dieron mal el dato…? ¿Quién se equivocó…?


La explicación es muy simple. Como siempre llegamos tarde a nuestros compromisos y no hacemos nada por ser puntuales, la gente ha optado por adelantar la hora para que todos estén en el momento adecuado.


Cansados de que nadie cumpla con la hora fijada, es utilizado el mismo criterio para diversas actividades, incluyendo las misas de difuntos.


Se dice que progresamos, que el Perú avanza. Fatalmente, no podemos desligarnos de este aterrador rezago.


Ser impuntuales está introducido en nuestra manera habitual de comportarnos. Es un estigma que nos marca y hace quedar muy mal ante el mundo entero.


Que triste es saber que aquello que es natural y lógico en cualquier país, en el Perú es poco menos que imposible.


El problema es tan grave que no solo se limita a las personas comunes y corrientes, sino que incluso alcanza a los actos oficiales y trascendentes.


Ceremonias y actos, incluyendo conferencias de prensa, programados por el gobierno nacional, regional, municipal, importantes entidades particulares o el club de barrio, jamás empiezan a la hora señalada.


Aún más, las autoridades que invitan debiendo ser los primeros en acudir, tampoco están presentes. Cuando son ellos quienes deberían dar ejemplo.


Al empezar su ejercicio, el gobierno actual inició una campaña orientada a respetar la hora. Pero, sólo sirvió para perder tiempo, dinero y papel, pues todo quedó en nada.


La puntualidad es una virtud. Consiste en cumplir con el compromiso pactado. Demuestra orden, interés y consideración con los demás.


Las sociedades cultas le otorgan un grado sumo. El retraso demuestra desprecio por las otras personas y hasta alcanza a ser considerado como una burla o insulto.


En los pueblos adelantados quienes acuden tarde a una cita reciben la sanción moral colectiva y son excluídos del grupo social.


Ahora que se habla de renovación y cambios. Empecemos por ser puntuales. Todo depende de nosotros mismos.


Una forma de terminar con esta negligencia en el medio es iniciar la programación a la hora indicada. Con quienes estén presentes. Aquellos que lleguen tarde tendrán que asumir su propia vergüenza.


Alguna autoridad o institución se atreve a asumir el reto. A ver, ¿Quién se anima a dar el primer paso…?

No hay comentarios: