miércoles, 15 de diciembre de 2010

¡CUANDO EL PERIODISMO ERA UN APOSTOLADO...!


Tradicional frontis del diario La Industria de Trujillo, donde tuve la suerte de alternar con el recordado colega Luis Ríos Miranda...













Corrían los cálidos días de mediados de diciembre de 1963. Ya se vivía el ambiente navideño, cuando un dato estremeció a quienes formábamos parte de la plana de redactores del diario La Industria.


Un niño de humilde familia, internado en la sala de pediatría del hospital de Belén, padecía una rara enfermedad terminal. Solo viviría unos pocos meses más.


Publicamos la información que conmovió a muchos. Pero, comentando el caso con el director del periódico Daniel Gordillo Jara y el colega Luis Ríos Miranda, surgió la idea de hacerle lo que sería el regalo de su última Navidad...


Enseguida, los tres nos miramos las caras y preguntamos, casi al unísono:


-- ¿Y los demás niños…?


-- Claro. Entonces les regalamos a todos, dijimos


Faltaban tres días para la fecha, así que no perdimos tiempo. Luego de cumplir con nuestras comisiones de rigor, nos repartimos el trabajo para acudir a las tiendas comerciales del centro y solicitar los obsequios.


No hubo necesidad de oficios, ni cosas por el estilo. Bastaba con decir que éramos de La Industria y estábamos empeñados en una noble campaña.


Se vivía aún la época en que la palabra empeñada tenía valor supremo. Mucho más si venía de un hombre de prensa. Hace medio siglo, el periodismo era considerado como un apostolado. Al final, el apoyo fue multitudinario.


El mismo 24 de diciembre por la mañana acudimos al nosocomio acompañados de Rosita Tomida Kanashiro, quien trabajaba en la oficina de Contabilidad de la empresa, previo permiso solicitado al administrador Mariano Castillo.


Ya frente al pequeño, le prodigamos de obsequios, mientras él solo atinaba a agradecer con su melancolía escondida, esbozando una leve sonrisa. Nosotros sabíamos que era su última Navidad y él lo presentía.


Una sucesión de fotografías captadas por nuestro reportero gráfico Augusto Baba Shimada, mostrando las caritas del protagonista y los niños del pabellón, a lado de una tierna nota, refrendó el suceso al día siguiente.


Como esa benéfica acción, hubo otras que tuve la suerte de realizar a lado de Lucho quien fue mi compañero de escritorio, durante muchos años. Así comprendimos que el periodismo también es sinónimo de servicio a los demás.


Todo eso nos hizo más amigos. Vínculo que perduró por siempre. Basta decir que, cinco años más tarde, ofició de testigo en mi matrimonio civil.


Luís Ríos Miranda era el periodista pulcro en su manera de vestir, serio, circunspecto, sagaz. Alternó su labor de redactor en La Industria, con la de exitoso corresponsal de El Comercio


Con el paso del tiempo, se apartó de la labor de reportero para incorporarse al Instituto Superior de Periodismo y Relaciones Públicas Carlos E. Uceda Meza donde, por sus méritos llegó a desempeñar el cargo de director.


El destino volvió a unirnos cuando su promotor Carlos Uceda Llerena me invitó a integrar la plana docente de ese importante centro de estudios en la enseñanza del periodismo.


Juntos trazamos algunos planes, estrategias y programas para aplicarlos en la formación de las nuevas generaciones de hombres de prensa. Muchos de ellos se desempeñan hoy exitosamente en diferentes instituciones públicas y privadas de Trujillo, la región y el país.


El 17 de diciembre de 1985, hace veinticinco años, Lucho dejó de escribir para siempre. Partió a la eternidad.


Las lágrimas que nos hizo derramar el día de su desaparición, no brotaron de los ojos, sino del corazón.


La Navidad de ese año fue una de las más tristes para la prensa liberteña. Habíamos perdido a un notable periodista. Yo, a un excelente e inolvidable amigo…

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