Estos vehículos circulan en Trujillo sonando sus bocinas al grado extremo...
En una de sus más ambiciosas
iniciativas, la Municipalidad Provincial de Trujillo persigue ante la UNESCO
considerar nuestra ciudad como
Patrimonio Mundial de la Humanidad.
La idea es magnífica. ¿Quién puede
oponerse…? Eso significaría elevarla al envidiable nivel de los lugares más
famosos del planeta.
Sin embargo, para que el más
importante organismo cultural del orbe nos otorgue ese cartel, es obligatorio
cumplir ciertos parámetros.
Uno de ellos es reducir al mínimo el
empleo de las bocinas en los vehículos, aspecto que constituye uno de los más
serios problemas.
Con un sobredimensionado parque
automotor, que bordea las cien mil unidades móviles, donde cada chofer usa el
claxon a su antojo, afrontamos un casi infranqueable factor en contra.
El panorama se agrava por la falta
de educación de los conductores, el incumplimiento del reglamento de tránsito y
el carácter benigno de las sanciones.
Quienes resultan perjudicados por la
contaminación sonora, causa de numerosas enfermedades, son los moradores,
peatones, centros educativos, hospitales e instituciones en general.
Parte de la responsabilidad recae en las autoridades que dejaron avanzar esta
dificultad y las actuales por no tomar la decisión, ni encontrar los canales
para solucionarla.
En las grandes metrópolis, que
albergan millones de habitantes y circulan muchos más carros, aunque usted no
lo crea, nadie suena el claxon.
Utilizarlo sin motivo es atentar
contra la paz y tranquilidad pública. Aparte de hacerse merecedor a una elevada
multa.
En cambio, en Trujillo y casi todo
el Perú, por una inexplicable razón, no sucede lo mismo.
Es inconcebible que los autos
transiten dentro del centro cívico y las urbanizaciones generando un ruido
infernal ante la pasividad de los inspectores municipales y la policía.
Y, en caso que se les sancione, en
fiestas patrias y navidad, el municipio invierte el dinero que tanto necesita,
anunciando descuentos hasta del ochenta por ciento en las papeletas.
Así, aunque les duela a algunos. O
ningún conductor coincida con nosotros, simplemente “no se hace patria” y el
caos continuará.
Por eso es que Trujillo, en las
horas punta o en cualquier momento, es una “olla de grillos” o “de sapos”, por
decir lo menos.
Un solo ejemplo. Es inadmisible que
una persona detenga su auto frente a una puerta y, en lugar de bajarse y tocar
el timbre, suene la bocina mortificando al vecindario entero.
Esa y solo esa actitud, nos
retrocede a las tinieblas de la civilización y es una evidencia de lo atrasados
que estamos en comportamiento cívico.
Si anhelamos que Trujillo sea
elegida Patrimonio Mundial de la Humanidad, eduquemos a los pilotos. Empecemos
eliminando las cornetas, sirenas y silenciando el ensordecedor y dañino concierto
de bocinas…
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