martes, 1 de marzo de 2011

JAPÓN: ¡SEGURIDAD Y ORDEN PARA LOS ESCOLARES...!

Una madre de familia guía a los niños con una bandera.

Ahora que han empezado las labores escolares en todo el Perú, es conveniente comparar la forma como se conducen los niños en otros lugares.

Como el caso de Japón, donde el tránsito vehicular es mucho más intenso que en nuestro país.

En esa lejana nación, los estudiantes están identificados con una gorrita amarilla que llevan en forma obligatoria.

Según las disposiciones, deben matricularse solo en los planteles que están en las cercanías de su domicilio.

Así se evitan los innecesarios desplazamientos que al final resultan penosos y terminan por extenuarlos.

Pese a que todas las familias tienen auto, desde muy pequeños se trasladan al colegio caminando, ya adolescentes lo harán en bicicleta.

No está permitido que los padres lleven a sus hijos en carro. Aún en las peores condiciones del clima. Conste que Japón soporta lluvias torrenciales y “taifus” o tifones.

En el momento de acudir al centro de estudios van acompañados por dos padres de familia que se turnan según un cronograma previo. No hay excepción para nadie.

Cuando tienen que andar por las calles lo hacen en fila de uno. En el momento de cruzar la calzada los apoderados se ubican en los extremos opuestos de la vía.

Cada uno extiende una bandera amarilla que sirve para detener el movimiento vehicular en los dos sentidos.

Mientras tanto, los estudiantes atraviesan la pista sin ningún peligro. La misma escena se repite en todas las esquinas, tanto al ir, como al regresar.

Por su parte, los conductores estacionan sus carros a unos cuatro o cinco metros de distancia de los niños.

Como complemento, la calzada muestra con letras muy grandes, en escritura kanji y hiragana, la palabra “Tomare” que significa “Pare”.

Los peatones en general, en especial los niños y adultos mayores, son tratados de manera excepcional por los conductores de vehículos.

En momentos que ellos atraviesan la cinta asfáltica todos se detienen y nadie se atreve siquiera a sonar la bocina, por más premura que tenga.

El respeto a las leyes y ordenanzas municipales es absoluto en el País del Sol Naciente.

Faltar a las normas vigentes es motivo de severas penas. Aparte de la sanción moral a que es sometido el infractor por la sociedad misma.

Estas apreciaciones brotaron a propósito del inicio de las clases en el país, para demostrar que con un poco de sentido común, conciencia cívica y respeto a las disposiciones, la convivencia es mucho más conveniente

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