Natalia Málaga, entrenadora de la selección peruana de vóley femenino, caracterizada por el peculiar estilo de alentar a sus discípulas...
Criticada por unos. Aplaudida por otros. Todo por su peculiar estilo para dirigir a las chuiquillas que están bajo su dirección.´
Es Natalia Málaga. Ex integrante del equipo de vóleibol que obtuvo la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 y hoy entrenadora de las selecciones en las categorías de menores y juveniles.
Hace apenas unos días, acaba de escribir una de las páginas más brillantes del deporte peruano del año.
La selección nacional de voley femenino que conduce, se coronó campeona en el Sudamericano de Menores luego de vencer a Brasil por tres a dos.
De paso, obtuvo el derecho de intervenir en el torneo mundial de Tailandia del 2013.
Detrás del importante trofeo conquistado, está Natalia. Un personaje singular que se convirtió en artífice del éxito.
Identificada por la particular forma de orientar a sus pupilas. Tan origina, que en algunos casos ha merecido agrios comentarios.
Natalia es así. Vive y se angustia en cada partido. Habla fuerte y usando, a veces, palabras de grueso calibre, incentiva a las chicas.
Cuando se le preguntó porqué actúa de esa manera, respondió: “Trato de controlarme, pero sé que no voy a cambiar…”
Por esa razón, desde que empezó su labor de entrenadora, las cámaras aprendieron a perseguirla donde iba, lo que jamás harían con cualquier otro técnico.
El objetivo es uno solo. Escuchar sus originales arengas con expresiones como:
¿Qué les pasa…? ¿Están muertas…?.
¡Ustedes están representando al país, caraj….! ¡Desahuév….!
Matadorcitas, matadorcitas… ¿A quién van a matar jugando así…caraj…?
La pelota no es tu peluche. ¡Pégale… pégale…!
O lo que les expresó a sus jugadoras en el último contacto que tuvo con ellas antes de lograr el título:
Ustedes no son menos que nadie. Disfruten lo que están haciendo. ¡No se cag… en los pantalones…!
¡Vayan y gánenle a esas m…!
Nosotros nos quedamos con lo que dijo Gian Marco acerca de ella: “Gracias Natalia por enseñarnos que un caraj… bien dicho, en el momento justo, surte efecto…”
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