Existe una popular frase que
sostiene: “De tal palo, tal astilla”, refiriéndose a que los hijos son
muy semejantes a sus padres.
¿Es cierta esta aseveración…? La
analizaremos brevemente a propósito de la celebración del Día de Padre.
La cita parte del criterio común sobre
la forma cómo los progenitores pueden influir en la formación del carácter y la
personalidad de sus hijos.
Cuando son niños, por lo general, los pequeños
ven a sus padres como modelo o ídolo. Nadie es como ellos, por eso tratan de
imitarlos.
Por eso, el buen ejemplo es fundamental.
Partiendo del trato dentro de la estructura familiar que incluye las palabras
utilizadas. porque ellos todo repiten.
Es propicio indicar que la confianza
jamás debe confundirse con el empleo de lisuras en el seno del hogar. Evitarlas
por completo es señal de educación.
Las buenas maneras y costumbres
tampoco pueden quedar de lado porque hay un momento en que los niños aprenden
por imitación.
No podemos olvidar que la misión de
los padres es trasmitir a los hijos todo aquello que sea verdadero,
satisfactorio y útil.
La influencia de los padres es tal
que, con el transcurrir del tiempo, algunos chicos siguen la senda paterna en cuanto a sus
ocupaciones, oficios y hasta profesiones.
Así se explica que haya familias en las
que si el progenitor es un médico, contador o abogado exitoso, los hijos
también traten de serlo.
Igualmente, podría darse el caso
contrario. Que no quieran saber nada con la profesión de quien le dio el ser.
Entonces, debe respetarse su decisión.
Como el amigo periodista que cuenta
que dejaba el diario a la vista en casa para que sus hijos leyeran lo que había
escrito y al regresar notaba que el periódico ni siquiera había sido
desplegado.
Constituye esa, la más evidente muestra
que no es obligatorio que las ocupaciones de los padres se prolonguen siempre a los hijos.
Una muestra sencilla de lo expresado,
es la anécdota del proselitista fascista de la época de Mussolini en Europa.
Refieren que dicho personaje iba de
pueblo en pueblo difundiendo las supuestas bondades del fascismo.
En su recorrido, encontró a un joven
y le pidió que debiera afiliarse al partido porque era el futuro de Italia.
Ante tal propuesta, el muchacho
contestó:
--
No. Mire. Mi padre es socialista, mi abuelo era socialista. Tengo otros
parientes comunistas. Yo no puedo hacerme fascista.
Indignado, el militante del “fascio”,
casi gritando, le preguntó:
--
¿Qué argumento es ese de que tu padre y de que tu abuelo…? ¿Y si tu padre fuera
un asesino y si tu abuelo hubiese sido un asesino…?
Antes que prosiguiera, el joven lo
interrumpió:
-- ¡Ah…! ¡Entonces, si… entonces, sí me haría del partido fascista…!
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